Entrevista a Reynaldo González

Posted: 5th March 2008 by Edmundo García in Entrevistas

IMG_0370-low-qLA HABANA, MARZO, 2008

 
Programa Radial “La Noche se Mueve”
Miami, Con Edmundo García

 
Simbología:
EG. Edmundo García
RG: Reynaldo González

 
EG: Le damos las gracias al escritor, ensayista, al intelectual cubano,
Reynaldo González, por esta primera comparecencia en La Noche se Mueve,
para Miami, para los Estados Unidos, para el sur de la Florida.
Muchas gracias Reynaldo
RG: Buenas noches.
EG: Muchísimas gracias por conceder la entrevista.
RG: Bueno, no te puedo decir que no a tu entrevista porque estás haciendo
un trabajo muy intenso y extenso, yo voy siguiendo tu trabajo y me parece
interesante.
EG: Muchas gracias. ¿Qué es más Ud. en la vida, qué ha sido Ud. más en la
vida, un hombre frívolo, un hombre lúcido o un hombre simplemente
oportuno?
RG: Yo no sé a qué se llama un hombre oportuno.
EG: ¿A qué se le parece?
RG: Yo no soy precisamente un hombre frívolo, no me lo permite mi
carácter, yo soy un hombre irónico, que vive inmerso en circunstancias, que
trato de verlas desde adentro y desde afuera, para mantener una
equidistancia inteligente y que no me lleve la corriente a esos extremos a
que suele acceder nuestro carácter latino, caribeño y aunque yo no soy
flemático me lo propongo, porque yo hago estudios y sé que lo peor para un
estudio es la inmersión demasiado profunda en un asunto.
EG: ¿Y la lucidez, qué parte ocupa en la vida de Reynaldo González, qué
parte ha ocupado la lucidez?
RG: Creo que eso lo deben decir mis lectores, yo creo que está muy
vinculada a esa distancia que establezco, si es que soy lúcido. Para ser
irónico hay que tener cierta lucidez.
EG: Me parece que es cierto que Ud. es un hombre irónico, ¿pero Ud. lo
utiliza como un mecanismo de defensa?
RG: O de ataque, eso depende.
EG: ¿Pero Ud. ataca para defenderse?
RG: Acabo de leer una cosa muy interesante, Edmundo, sobre el miedo, el
miedo aplicado a colectividades, a comunidades y a individualidades. El
miedo actúa en el ser humano como un mecanismo ya automático y te crea
una química de respuesta, que puede ser agacharte, atemorizarte, apartarte
del asunto que te da miedo o saltar a la palestra y defenderte con fuerza.
Suelo ser del segundo grupo.
EG: ¿Qué le pudiera a Ud. ahora mismo producir miedo?
RG: Ya tengo sesenta y ocho años en agosto: una enfermedad que me
impida moverme, que me haga depender de otro, porque he sido muy
individual, he sido muy autosuficiente y eso me limitaría mucho y me
ofendería.
EG: ¿Y una nueva pasión, le provocaría miedo?
RG: Yo tengo largas pasiones, yo soy casi de cadenas perpetuas.
EG: ¿Entonces, Ud. arrastra la historia, Ud. arrastra las vidas que ha vivido?
RG: Yo he tenido relaciones muy largas, en estos momentos yo tengo una
relación íntima de veintiún años y, además, no soy promiscuo.
EG: ¿Y le va bien?
RG: Me va muy bien, creo que se me nota.
EG: (Risas) Reynaldo, quisiera abordar con Ud. algunos temas de la
literatura cubana, pero antes de entrar en la literatura cubana…
Yo he estado al tanto, de opiniones suyas, en los últimos años, opiniones
muy críticas con respecto a temas de la vida cultural, de la vida social de la
Cuba de hoy. Sin embargo, me da la impresión de que en los últimos
tiempos, como que se ha estado moderando, ¿qué ha pasado, sigue Ud.
siendo tan crítico o ha habido un proceso de moderación en los últimos
meses?
RG: ¿Meses dices?
EG: Sí, hace algún tiempo.
RG: Creo que no me observas bien, creo que estoy llegando a la edad de la
madurez, en que sé que las batallas que no vas a ganar, no las echas, y que
debes echar, de inmediato, las que se te pongan al frente y consideres que te
dan un aspecto de posible ganancia, aunque sea temporal.
En los últimos tiempos, pues me he estado moviendo muy fuertemente con
el asunto de los e-mail, de la llamada guerra de los e-mail, fui uno de los que
saltó a la palestra rápidamente con el asunto, pero como un resorte, de las
cuatro primeras personas que salieron a la palestra. Yo creo no ser tan
conservador, a veces me arriesgo y a veces he perdido. Cuando me enfrenté
al realismo socialista me costó diez años, el primer bounce lo vine a dar en
la Sierra del Rosario.
EG: ¿Cómo fue ese proceso con Ud., cuando Ud. es marginado, a partir de
su enfrentamiento con esa tendencia que se quiso imponer en Cuba del
realismo socialista como estética?
RG: Es que eso tuvo muchos aspectos, ahí se juntaron todas las cosas,
había…
EG: En el caso personal suyo a mí me parece interesante contarlo.
RG: Yo me enfrenté directamente al realismo socialista.
EG: ¿Contra quién?
RG: Había un gobierno en la cultura que se fue apoderando, y no llegó en el
70, como la gente piensa. Eso se vino formando. La década del ´70 vio el
corolario de una trayectoria de imposiciones ideológicas, políticas y de
dobleces de personas que fueron cediendo terreno, hasta el punto de perder
el control de la realidad, el control de la cultura cubana. Y se impuso la
tendencia más elaborada, la que tenía más a su favor, más pensamiento
aplicado, más teoría adquirida del este europeo, etc. En ese período la
cultura no se supo defender, de ninguna manera se supo defender.
EG: ¿En el caso suyo cómo sucede, con quién, por qué? Cuéntemelo como
Ud. sabría contarlo.
RG: Bueno nada, yo estoy escribiendo en esos momentos, siendo ya una
persona muy destacada, estoy publicando en Gallimard, estoy publicando en
Alemania. Una editorial de Polonia, sin hablar conmigo, publicó mi primera
novela, había un movimiento alrededor mío, yo era una persona que aunque
muy joven, en aquellos momentos estaba manejando algunas revistas. Yo
llegué coptado, como se dice en términos políticos, no captado, coptado, y
colocado al frente de la revista Pueblo y Cultura, que era el órgano oficial del
Consejo Nacional de Cultura, que es el embrión del Ministerio de Cultura, y
allí me convierto en un centro del movimiento de escritores jóvenes, de
gente que arriba al periodismo, etc. Tengo la revista, después tengo la
página tres del periódico Revolución, la cultural, en el período en que lo
dirigió Enrique de la Osa, y ya esto molestaba mucho.
EG: ¿En Lunes de Revolución?
RG: No, no, Lunes ya no existe en el tiempo a que nos estamos refiriendo.
EG: Es cierto, Lunes termina muy temprano en los sesenta y estamos
hablando de finales de los sesenta.
RG: Pero Revolución, el periódico Revolución, pone en mis manos la página
tres, que es la página cultural, y esto hace que yo me vuelva demasiado
visible siendo, además, liberal. Esa página tres no la pongo en función de
esos intereses teóricos, impositivos, que respondían al realismo socialista
soviético. Atraigo a gente que se expresa en ella de manera muy liberal, eso
molestaba mucho. Cuando gano la primera mención del Premio Casa de las
Américas, que Pablo Armando es quien gana el premio, ya está cuajado el
proceso que te voy diseñando, donde imponen un pensamiento duro, un
movimiento intransigente, y ahí ya yo sobro mucho. El primer batacazo me lo
dan en el ´70, cuando entrego a publicar La Fiesta de los Tiburones y llega
hasta segundas pruebas de planas, pero no lo publican –después se va a
publicar con veintisiete mil ejemplares.
EG: Quiero decirle que es uno de los libros que más yo he disfrutado y que
además le he hecho casi tres lecturas, bueno dos y media, porque ya lo que
hago, a veces cuando lo recuerdo, cuando la memoria emotiva me lo
devuelve, abro el libro en una página cualquiera y ahí leo un poquito.
RG: Cuando yo voy a escribir ese libro, que me voy a un central azucarero a
vivir, ya yo me voy con el convencimiento de que han llegado los tiempos
malos, los tiempos malos en el ´67, la escribí teniendo veintisiete años.
EG: ¿Ud. se va a vivir a un central azucarero por su elección o porque de
alguna manera es parametrado?
RG: No. En realidad es una convocatoria, en ese momento todavía no hay
parametraciones. Es una convocatoria a participar en lo que sería la zafra del
70, que fracasa. Uno escoge donde quiere ir, yo escojo un central en
particular, que es el central donde ocurre todo eso que puede contar el libro,
sobre Don José Miguel Gómez, todo esto que cuenta La Fiesta de los
Tiburones. Me voy a ese central porque sabía la historia, sabía la historia
por un gran amigo, Manuel Moreno Fraginals, que yo considero, en términos
históricos, mi padre putativo.
EG: Y en quien habría todavía que seguir reconociendo mucho.
RG: Yo lo reconozco siempre.
EG: Con esa obra tan importante.
RG: Un día, o más tarde, te contaré mis largos y lindos vínculos con él.
EG: Muy bien.
RG: En ese momento ya está cuajada esa malla de intolerancia y ya tienen
detectado a quienes no les gustan. ¿Quienes no gustan? No gustamos los
liberales, no gustamos los que tenemos determinadas costumbres privadas,
no gusta la gente que no son domesticables. Y hay un propósito duro,
manejado por el Consejo Nacional de Cultura y con la obsecuencia de
algunas personas, que pudieron tener una actitud mejor, pero se aflojan;
porque eso también hay que decirlo, ahí no hay una defensa dura, porque ya
se han repartido las porciones de poder y la gente se ha contentado con
tenerlas.
Ha habido el batacazo de Lunes de Revolución y de PM, esos batacazos
marcaron mucho a la intelectualidad positiva, más abierta, por no decir de
izquierda, porque entre los intelectuales no había una izquierda realmente
sólida. En ese bulto estoy yo, un hombre sin experiencia, pero con una
actitud que viene de la juventud más temprana y de una posición… Eso está
en mi libro Siempre la muerte, su paso breve, donde aparecen jóvenes que
ya discuten sobre el fracaso del Este europeo, ¡en el año ´67!
EG: Déjeme decirle que ese título, nunca olvido el título porque me
parece…Ud. y Guillermo Cabrera Infante, son los dos escritores cubanos,
que a mí juicio, mejor saben titular su obra, darle nombre a sus libros: La
fiesta de los tiburones, el título ya es un gancho; y eso, Siempre la muerte,
su paso breve, es una frase que incluso yo me la repito fuera del contexto
del libro, porque me gusta a veces repetir la frase, porque parece como un
tratado de filosofía con su mística: Siempre la muerte, su paso breve. ¿Para
Ud. es importante el título del libro, verdad?
RG: Mucho. No creo que un libro sin buen título pueda vender, y yo quiero
vender, quiero que me lean. Ningún escritor escribe para la gaveta, eso es
mentira hasta de Kafka, ¡eso es mentira! (Risas)
EG: Todo eso es una comedia. (Risas)
RG: La historia de que un amigo… no le creo nada al judío ese maravilloso,
no le creo nada. (Risas). Él sabía qué quería escribir cuando escribe
América, ese hombre sabía.
EG: ¿Ud. disfruta ser reconocido como un escritor, que lo paren, que lo
saluden, que le digan: cómo me gustan sus libros Reynaldo?
RG: A mi si me gusta, porque yo quiero que me lean, hace dos días en la
televisión…
EG: ¿Le gusta tanto como a Miguel Barnet?
RG: A Miguel creo que le gusta más. (Risas) Ahora Miguel tiene una tarea
grande por delante. Hace dos días, en la televisión, me dicen: “Maquillaje, es
que queremos matarle el brillo.” Y respondo: “¡No, con lo que he trabajado
yo para tener brillo!, ¿cómo me lo vas a matar tú en un minuto con una mota
húmeda?” (Risas).
Yo siempre me revelo contra cualquier intento de opacar al individuo, yo
creo profundamente en la individualidad, en la individualidad de todo el
mundo, y en la individualidad del creador, más. Creo en la individualidad de
todo el mundo porque cada hombre es uno solo, cada hombre es una
minoría y al defender las minorías en general, estamos defendiendo al
hombre en particular.
EG: ¿Entonces esto que está pasando aquí en Cuba, con la reivindicación de
los travesti, le parece excelente?
RG: Sí. Y soy amigo de Mariela y he colaborado y voy a seguir colaborando y
creo en que si alguien se siente desdichado, la labor de la sociedad, por
escurridiza que se quiera mostrar, es darle las posibilidades de ser feliz. Ella
está haciendo ese trabajo con los transexuales, que me parece espléndido.
EG: Volvamos al proceso difícil de la cultura cubana. Muchos dicen que hay
que referirse a la figura de Armando Hart, porque cuando Armando Hart llegó
al Ministerio de Cultura eso comenzó a cambiar ¿Ud. coincide con eso?
RG: Yo coincido con esa idea, aunque no coincido con la idea de que una
vez llegado ya se resolvió el asunto, que es el propósito del slogan del
“Quinquenio Gris”, como suponer que ahí se resolvieron los problemas. No,
en ese punto comienza un largo Vía Crucis para resolver los problemas, si
no, no seríamos realistas y mucho menos marxistas. Hart tiene una buena
intención y empieza. Eso es muy lento, pero Hart es quien abre la puerta.
EG: ¿Ud. reconoce que es Hart quien comienza a transformar eso?
RG: Sin lugar a dudas, Hart es el hombre que encarna el diálogo posible en
la cultura cubana, después de una etapa siniestra.
EG: Eso lo he oído también por otras personas, incluso se lo escuché decir,
hace años, yo vivía en Cuba, al Ministro Abel Prieto, cuando era entonces,
Presidente de la UNEAC, se lo oí decir a Abel. Hay un hecho, estos procesos
que se han vivido y que ahora se miran de forma tan crítica, ¿la historia los
mirará como procesos normales en transformaciones sociales tan profundas
como la Revolución Cubana?
RG: Pienso que si, pero sobre todo añádele que ocurrió en un pueblo sin
cultura política. Nuestra verdadera cultura política consistía en descartar la
política, la avidez del cubano era zafarse de la política, en cada casa nos
enseñaban: “no te dediques a la política, que siempre es sucia”. Y esa
negación de aquella política negada se fue convirtiendo en un instrumento
de la Revolución. Había que hacer una no-política, había que hacer
revolución, porque la idea que se tenía de la política, era el retrato de una
corrupción. A algunas personalidades extraordinarias habrá que
reivindicarlas, habrá que decir “éste hizo lo suyo, no se enlodó en aquello”.
Porque también eso de ¿qué República era aquella?, tirar un manto de
desprecio al pasado republicano enfrentado a un manto de exaltación de
todo lo bueno de la revolución no es convincente. Esas negaciones y
afirmaciones enfáticas matan la posibilidad de la polémica y del
pensamiento, porque dicen “qué República era aquella” y todo se ve como
un lodazal. No, ¡cuidado! Ahí había personalidades, intenciones diferentes,
acciones plausibles, si no, nosotros no hubiéramos nacido. Quiero pensar
que yo me debo a lo bueno y a lo malo de la República. No me debo
solamente a lo bueno y a lo malo de la revolución. Ahora, pensemos en la
inexperiencia de este país en el ejercicio político propiamente dicho, que no
era el simple voto, la conga electorera, “como se iba a bailar se iba a votar” y
ese tipo de afirmaciones que formaban parte de la picaresca, de comprar
votos, del mercachiflismo. Todo eso fue llevado también a la vida social.
Dañó la experiencia de este pueblo, que no tenía experiencia, que se ha
movido entre slogans, ayer y hoy.
En términos culturales, los políticos del PSP [Partido Socialista Popular]
tenían una idea de cómo tenía que ser el arte, como lo comprendían ellos.
Porque siempre con el arte ha habido una ansiedad normativa. Y esa gente
se impuso, también, sobre la inexperiencia política de sus así llamados
opositores, que no ofrecieron un frente común, que por inexpertos
resultaban débiles. No hubo, realmente, una oposición organizada frente a
esa intencionalidad. Y a eso es a lo que queríamos volver, porque veo que tu
intención es llevarme de nuevo a la Fiesta de los tiburones, libro donde los
protagonistas bailan con la conga electorera, pero eso ocurrió en una época
anterior. Volvamos al tema.
EG: Volvemos a este tema. Me han dicho que en la ya famosa guerra de los
e-mails, si se reparten grados, como se reparten en una guerra en un
ejército, dicen que Ud. es el Mariscal Zhukov.
RG: Eso son maldades, yo fíjate ¿ves mi entorno? Un señor que vive con un
gato, una cotorra, un amigo y una perra llamada Toña la Negra, es
inofensivo.
EG: Ayer murió Cachao en Miami.
RG: Si señor, he leído y me ha dolido mucho porque alguien entre las
críticas, entre los obituarios, ha señalado que se le negaba en Cuba, y no es
verdad. No es verdad, no se le negaba en Cuba. Es verdad que Cachao, con
el asunto del mambo, de nominar mambo a un danzón, a la parte movida del
danzón, donde después viene “dame mambo, ahora es cuando entra el
mambo”, etc, se valoró mal, pero no se le negó, eso es extremismo, pero ya
estamos acostumbrados.
EG: ¿Y qué pierde la cultura y la música cubanas con la muerte de Cachao?
RG: Pierde mucho, pierde al que marcaba el son, el que marcaba el ritmo,
pierde a un hombre que dibujó la historia de la música en el siglo XX cubano,
uno de los grandes, junto a Pérez Prado, aunque en Cuba el mambo tuvo
una exportación más que un disfrute, se disfrutó y se conoció pero quedó en
México porque allí Pérez Prado encontró mejor caldo de cultivo. Con Cachao
Cuba pierde a un grande, grande, grande de la música.
EG: ¿Qué significa Bebo Valdés?
RG: Oh… por favor. Hace poco estaba oyendo un disco viejo, ¿y qué suena
atrás?, ¡el piano de Bebo! Pero no el piano de Bebo para compulsar a los
demás, Bebo tenía el oído puesto en el bailador. Alguna vez habrá que decir
que la música cubana bailable la han hecho los bailadores.
EG: ¿O sea que la composición es un trabajo conjunto de emisores y
receptores, de músicos, compositores y bailadores?
RG: Correcto. La música bailable no es de salón elitista, ni es de estudio de
grabación. La música bailable es de La Tropical, del lugar donde bailan los
que saben bailar y quieran disfrutar. Una de las cosas que yo hago, porque
soy “patón”, es ir a ver bailar.
EG: Eso le iba a preguntar, me ha dicho Antón Arrufat que Ud. es un gran
bailador, ¿es cierto?
RG: Entre las cosas que me atribuye Antón… ¡Oye, sobre mi Antón
desconoce tanto que puede escribir una enciclopedia! (Risas)
EG: Reynaldo, Olga Guillot, ¿qué es Olga Guillot en la música y en el bolero?
RG: A ti te llamó alguien por teléfono hoy, alguien que se enteró que por la
mañana yo estaba oyendo a Olga Guillot con la orquesta de los Hermanos
Castro. Alguien te dijo que yo amanecí hoy guillotianamente. Mira, a mi me
parece… En estos días estuve en la televisión, en una exaltación de Elena
Burque. Entre ellas no se comparaban. Olga es inmediatamente anterior y de
un estilo diferente, pero del mismo sentimiento. En estos días hemos
hablado de esto, decir de manera taxativa que el filin –así, cubanizado– es lo
sentimental, no es correcto. Lo sentimental ya venía y entre esos pasos
estaba Olga y su expresión tan apasionada, con una voz y una manera de
cantar realmente inolvidables, extraordinarias. Yo sé de ella por una amiga
común, que la vio recientemente en Miami. Y me alegro que viva mucho. Vale
mucho y vale mucho en la historia de la música cubana. Hablo de música
porque soy una oreja, soy un consumidor.
EG: ¿Verdad? ¿Usted es un hombre sin prejuicios?
RG: De ningún tipo.
EG: ¿Aún ante el reguetón?
RG: Me gusta menos, pero también creo que va a pasar…
EG: Primer intelectual cubano que me dice…
RG: No, es que ahora se ha puesto de moda negarlo. Yo no puedo negar
nunca una expresión que involucre a mi pueblo, yo tengo que ver por qué lo
involucra, porque el pueblo nuestro es más sabio en música que nosotros,
porque la vivimos con el oído, ellos la viven con todo el cuerpo y eso es muy
importante. Por eso te decía que me gusta ir a ver bailar y ver la creatividad
del que baila y sabe bailar.
EG: Pero ver bailar es también una forma de estimular los erotismos, ¿no?
RG: También.
EG: ¿Ud. ha sido un hombre erótico?
RG: Creo que si, el único libro de poemas que he publicado está compuesto
por sonetos amorosos.
EG: Pero no tan erótico como Virgilio Piñera.
RG: ¡Virgilio Piñera no era erótico! Mira, encuentra una escena de sexo en la
obra de Virgilio Piñera. ¡Búscala!
EG: Es verdad.
RG: Hay una frialdad. ¿Por qué? Porque esa generación tenía miedo de
hablar de su sexualidad.
EG: ¿El que más miedo tenía era Lezama?
RG: Virgilio.
EG: ¿Más que Lezama?
RG: Lezama le hace un monumento al erotismo en Paradiso.
EG: Bueno, en el capítulo ocho, pero fuera de ahí…
RG: No, todo Paradiso. En el capítulo doce, en todos los capítulos, y
después, en Oppiano Licario. Lo excluyó en su poesía, muy cerebral. Pero
no obviemos la sensualidad de la prosa de Lezama, aún cuando hable de un
cuadro de Magritte, para pensar en un surrealista que es bien frío. La
sensualidad en Lezama es explícita. Virgilio si que mata el sexo en su
literatura, mata el sexo porque esa generación se apoca mucho, porque
sufre su sexualidad cuando contraviene al canon, la esconde. A Lezama le
pregunté: “Lezama, he visto menos el falo en Oppiano Licario.” Me
respondió: “El falo es un asunto paradisiaco, Reynaldo.” Eso hubiera
provocado una catatonia en algunos miembros del grupo Orígenes. (Risas)
EG: Yo quiero preguntarle por alguien que estoy casi seguro que Ud.
conoció y que es quien me abre a mi a la única virtud que tal vez he tenido
que es haber leído algunos buenos libros: Julio Cortazar.
RG: Un gran amigo. Un gran amigo y la vida me deparó un momento muy
duro. Yo estaba en Frankfurt y lo llamé y me respondió al teléfono. Le digo:
“Julio, voy para París.” Y me dice: “Qué maravilla, vamos a vernos.” Y
cuando llego a París cuatro o cinco días después, Julio está ya en artículo
mortis. Ya está allí tendido, y las que lo atienden me dicen: “Mire, asómese
para que lo vea, está entubado, Julio va a morir.” Esperé la muerte y el
funeral. Lo escribí en un texto que la Casa de las Américas recogió en
Valoración múltiple de Julio Cortázar.
EG: ¿Qué significa la muerte de Julio Cortazar para la literatura universal, la
literatura hispana?
RG: Un vacío sin paralelo. Por suerte dejó una obra extensa y extraordinaria.
EG: ¿Qué más le gusta a Ud, Rayuela?
RG: Rayuela menos que los cuentos, para que veas, porque me admira la
densidad alcanzada por Julio en el cuento, que exige síntesis. Y uno piensa,
¿cómo se extiende así, con esa libertad, si está manejando un cuento que va
obligatoriamente a ser breve? Y se trata de intensidad, de páginas vividas.
Julio Cortazar creo que sigue vivo por su obra, una obra extraordinaria que
podemos y debemos frecuentar constantemente, que nos enriquece mucho
porque fue el hombre que abrió compuertas modernas a la expresión, desde
el punto de vista del juego con el reflejo, con intertextos. Un hombre que
realmente te entrega muchas posibilidades, un autor que siempre sorprende.
Hay autores que los lees una vez y están bien, pero ahí está todo lo que hay
que entender. Julio Cortazar ofrece muchas lecturas.
EG: Bueno, Rayuela es la máxima expresión de eso. Usted puede comenzar
o terminar la novela por la página que usted quiera y siempre está
comenzado o siempre está terminando.
RG: Y le gustaba “rayuelear” la literatura de otros. A mi me hizo un chiste
que fue muy lindo. A él le gustó Siempre la muerte, su paso breve. Yo había
publicado Miel sobre hojuelas, un volumen de relatos donde el tema era más
o menos el mismo, el ambiente opresivo durante la lucha clandestina, no la
lucha clandestina, ya que no era historia, sino el ambiente. Él viene a casa y
me dice: “Mira Reynaldo, has escrito un solo libro.” Lo traía lleno de marcas
con papelitos, junto con la novela. “Este cuento encaja aquí, este encaja
aquí, a este tienes que hacerle un pequeño arreglo y encaja aquí–.” Le digo:
“Tú estás jugando a la Rayuela con mis libros?” “No. Te propongo una
nueva edición”, respondió. Fue el origen de los cambios en la segunda
edición de Siempre la muerte… que es un libro poco publicado en Cuba
porque pasó el torbellino de los setenta. Este año cumple cuarenta años y se
va a publicar con los arreglos de Julio y algunas correcciones mías.
EG: O sea, Julio era, además, un buen editor.
RG: Había trabajado como editor y como componedor de prosa ajena, fue
traductor excelente, es memorable lo que hizo con Memorias de Adriano, de
la Yourcenar.
EG: ¿Influyó Julio Cortazar en la posición que poco a poco va asumiendo
hacía Cuba Severo Sarduy, en Gallimard?
RG: Yo creo que no, Severo tiene otra dimensión. Severo no ha escrito
mucho sobre Julio, quizás encontramos pocas referencias en la obra de
Severo sobre Julio. Quien influye en Severo es Lezama, su desaforada
libertad de asociaciones culturales que él, por su instinto, por su
sensibilidad, estaba buscando. Severo es Lezama con una cultura novedosa,
diferente. Él quiere ser un Lezama, pero su educación moderna se lo impide,
entonces se convierte en un degustador de Lezama. Yo conocí a Severo muy
tarde, en París. Era un hombre realmente generoso, espléndido, y
atemorizado con el hecho de volver a Cuba, si lo iban a recibir bien o mal.
Coincidimos luego en un festival de poesía en México, que organizó Octavio
Paz, y le dije: “Anda, que te voy a alfombrar con flores Rancho Boyeros
hasta tu casa, y todas las locas de La Habana tirándote flores.” Él se reía,
pero dijo no.
EG: ¿Qué lástima, verdad? Yo siempre me he preguntado por qué en Cuba, y
no voy a hablar de los lugares comunes, que si Vargas Llosa, que si Octavio
Paz, ¿por qué en Cuba estuvo prohibido o casi prohibido, porque no se le
publicaba o se le mencionaba, a una figura como Jorge Luis Borges? ¿Qué
explicación racional pudiéramos encontrar: publiquen, o no publiquen, o no
se edita, o no se habla de Borges? Durante muchos años, después se hizo.
RG: La ingenuidad de los extremismos, ¿tú no te has dado cuenta de que los
extremistas son ingenuos?
EG: No, no, Ud. los ha padecido y los conoce mejor que yo.
RG: Esa es la ingenuidad. Borges no quiso a la Revolución Cubana, pero
Borges tampoco quiso tantas cosas, odiaba y denostaba de tantas cosas,
“Rayuela es un libro muy largo para leerlo”, decía él, que escribía poemas y
textos breves. (Risas) Denostaba todo, incluso algunos valores de su propio
país. Y, además, cometió unos extremos políticos feos, derechistas, que le
fueron malogrando la situación aquí, En América había mucha gente
deseosa de negar a Borges que alcanzaron cierto eco en Cuba.
EG: Qué bueno que se superó, ¿verdad?
RG: Sí, aunque se ha publicado poco.
EG: ¿Y por qué en el caso de Borges se ha publicado poco? Bueno,
recuerdo haber leído lo que hizo Retamar, aquella pequeña antología, y que
incluso Borges lo recibió y Borges habló con él.
RG: Pero no se hicieron contratos.
EG: De todas formas Cuba no tiene contratos y pone todos los sábados
películas norteamericanas.
RG: No, pero las películas se roban del eter. (Risas) Y está la guerra
declarada. A la larga eso no es beneficio, sino lo peor que nos pasa. Por ahí
ha entrado toda la morralla del peor cine de acción, de persecuciones, de
explosiones, y no es el mejor cine americano el que entra. Los que roban no
saben robar o tienen el peor gusto y, por supuesto, una supina ignorancia
cinematográfica. Ahora, en el caso de la literatura hay convenios, Cuba ha
firmado convenios internacionales que le impiden apropiarse tranquilamente
de lo que no está contratado, y Borges tiene una viuda. Las viudas son un
problemita.
EG: María Kodama.
RG: María Kodama y otras viudas. Las viudas son un problemita. (Risas)
EG: ¿Y hasta los viudos, no?
RG: Y los viudos también, y los padres, el padre de Anna Frank, una fortuna
Frank.
EG: Ud. y yo somos del mismo pueblo, somos de Ciego de Ávila. Yo soy un
hombre que tal vez para llamar la atención, entre las cosas que he hecho en
mi vida es echar a menos, aunque no tengo nada en contra, que soy de
Ciego de Ávila. Yo me siento habanero, me vivo habanero, me proyecto
habanero. En el caso suyo, ¿Ud. …
RG: Yo también he vivido más en La Habana que en Ciego de Ávila.
EG: Pero cuénteme algo del pueblo donde yo nací.
RG: Mira, Siempre la muerte, su paso breve ocurre en Ciego de Avila, La
Fiesta de los Tiburones, ocurre en Ciego de Ávila. En mi obra narrativa he
llamado “Ciego del Ánima” a mi ciudad. Ciego de Ávila ha hecho conmigo la
cosa más rara y al mismo tiempo un poco kitsch de poner una tarja
conmemorativa en la casa donde nací. Soy un autor vivo que tiene una tarja
en su casa: “Aquí nació Fulano.”
EG: Podían también ponerle el nombre a una calle: “Avenida Reynaldo
González” ¿Dónde Ud. vive? En Avenida Reynaldo González.
RG: Hay un salón, Ciego del Ánima, donde discuten cosas de cultura, a mí
todo eso me achica un poco, me da un cierto…
EG: Pero tampoco le molesta.
RG: No. Pero en ese caso es extremo, es excesivo, es un sobremaquillaje
que pone el cariño.
EG: ¿Hay algo por lo que yo personalmente puedo estar orgulloso del
pueblo?
RG: Sí, por la gente. La gente de allí es muy linda. Ciego de Ávila es un
pueblo muy limpio, es una provincia rica porque tiene las costas, tiene los
cayos, ahora el turismo lo ha enriquecido. Ciego de Ávila tiene una vida
cultural intensa, donde de momento se hace una mesa redonda sobre
Gramsci y la libertad intelectual. Hay allí un concurso que se llama La mata
de Almendra, en homenaje a un cuento de Reinaldo Arenas. Cosas así, en
Ciego de Ávila pasan cosas muy raras.
EG: ¿Cómo recuerda Ud. a Reinaldo Arenas?
RG: Lo recuerdo huidizo. Reinaldo Arenas con todo lo que la gente dice.
Quizas ese Reinaldo Arenas sea el newyorkino… pero fue un hombre muy
atemorizado, muy escurridizo. Miraba como con temor a que se le agrediera
y eso lo hacía agresivo. Reinaldo se volvió un hombre muy agresivo, muy
dado a ensañarse con personas que lo habían ayudado, etc, y creo que eso,
todo, era defensivo. Reinaldo era un hombre muy infeliz, un hombre que no
tuvo un amor real, valoraba el sexo por encima del amor y el sexo lo llevaba
a extremos dolorosos, sentimental y físicamente y también me imagino que
psicológicamente. Era un amigo del cual había que cuidarse, curiosamente,
aunque sabía ser amigo, pero en un momento dado le daba un berrinche y
podía ser agresivo. Conmigo no lo fue. Yo vivía en La Puntilla y el vivía
mucho más allá, camino de la playa. En sus andanzas por los arrecifes
siempre venía a casa, tomaba limonada. A él le gustaba mucho beber
mofuco, durante la ley seca que se nos impuso, prácticamente palmolive
fabricado allí en un lugar malo y entonces en mi casa si bebía ron de calidad.
“Por lo menos hoy no te enfermas, toma buen ron”, le decía yo. Éramos muy
buenos amigos, íbamos a la playa La Concha y allí, como dos lagartos, nos
tirábamos al sol.
EG: ¿Cómo eran las historias de La Concha?
RG: Las historias de La Concha…
EG: ¿Ud. va a escribir sobre eso?
RG: No, porque quiero cuidar la imagen de Rey.
EG: ¿Pero por qué? ¿Ud. no cree que la literatura deba salir de pacatismos y
moralinas? ¡Tanta libertad que Ud. ha buscado!
RG: Mi libertad cuida el prestigio ajeno. Bastante se ha echado él mismo, en
esas bacanales imposibles que cuenta, porque nadie puede tener
experiencias sexuales de esa dimensión. Hay gente que le saca mucha
tajada a la fama de promiscuo de Reinaldo.
EG: Eso que se cuenta es falso, sobre esas bacanales con tantos amores y
hombres y cosas promiscuas.
RG: Esa es una hipérbole. Una hipérbole loca.
EG: Pero Reinaldo tenía mucha garra para escribir.
RG: Tenía talento para regalar.
EG: A pesar de no tener una formación sólida desde el punto de vista
literario, académico y referencial.
RG: Hasta faltas de ortografía tuvo en su primera etapa de escritor. José
Rodríguez Feo se las enmendó en la primera edición de Celestino antes del
alba, donde fungió de jurado. Fue su amigo y lo ayudó mucho.
EG: No me diga eso, yo también tengo faltas de ortografía, sobre todo ahora
que como leo menos en español, se me olvidan cosas y por ahí vamos.
RG: Pecado, pecado.
EG: Si, pero estamos hechos de eso, de nuestras deficiencias y de nuestros
defectos. Reinaldo, tenía una garra, Celestino antes del alba.
RG: El ímpetu.
EG: El ímpetu. Es una fuerza extraordinaria.
RG: Y no olvides El mundo alucinante. Pero es que en los libros en que él ya
desarrolla una militancia política, como El palacio de las blanquísimas
mofetas, todo eso, descuida mucho la palabra. En uno de esos libros me
pone a mí “Reynaldo Gozaydale”. Me divertí mucho con todo esto. A mi me
parece que Reinaldo…
EG: ¿Cuando él murió, qué sintió?
RG: Dolor.
EG: ¿Qué siente Ud. ante la muerte? Ud. que ha interpretado tantas veces y
ha jugado y juega con la muerte. ¿Qué siente ante la muerte de un gran
creador, más que de un amigo, de un creador que deja una obra?
RG: Lo lamento profundamente, como una pérdida personal. Más en el caso
de amigos como Rey, con quien, ya te digo, trabajamos juntos en la UNEAC,
hasta en la etapa mala, en la que no nos dejaban publicar. Firmábamos el
libro y nos íbamos. Porque preferían tenernos así, como botelleros, lo cual
nos hacía sentir como prostituidos, era una ofensa mayor. Reinaldo ya iba
con la trusa debajo del pantalón, para irse a la playa. Firmaba el libro y nos
íbamos a caminar, y eso nos permitía hablar de muchas cosas, intimar. Rey
sostenía conmigo espléndidas conversaciones sobre literatura. Para él la
literatura era como vivir descubrimientos sucesivos. Todo lo leía como por
primera vez y hablaba de aquello, era lo más importante en ese momento.
Podía ser un escritor bueno o un escritor malo, pero él había descubierto un
aspecto atendible a ese escritor y eso lo disfrutaba yo mucho. Habían creado
alrededor de Rey una serie de conceptos peyorativos, siniestros, no se le
miraba como a un ser humano normal. Lo señalaban. Era como si lo
convirtieran en la araña es fea. “Es mala, no mires a la araña, no toques a la
araña, si se acerca la araña por favor, huye.” A Reinaldo lo tenían como a la
araña terrible. Eso era injusto.
Reinaldo tuvo un revés profundo cuando escribe El Mundo Alucinante.
Entregó a publicar El mundo alucinante en Cuba, una novela extraordinaria.
Lo habló conmigo porque yo trabajaba en Ediciones Unión. Hay un editor
mexicano, mi amigo Enmanuel Carballo, que le daba vueltas para incluirlo en
el catálogo de su editorial. Le entregó el libro al mismo tiempo que lo
entregó en Ediciones Unión. Y me decía: “Rey, qué ganas tengo de que salga
la edición cubana, para que la mexicana sea la segunda.” Pero hubo un
revés, le interrumpen la edición cubana y eso le costó un dolor muy grande.
Él se decide, ya, a no entregar nada más a publicar, solamente el cuento “La
mata de almendras”, que publicó la revista Unión. Yo salvé un ejemplar de
un libro suyo entregado con anterioridad, la noveleta La vieja Rosa. Lo pude
salvar porque se editó en mi casa, lo diseñaba Darío Mora, mi amigo más
cercano en esa etapa. Salvé un solo ejemplar de La vieja Rosa, como le salvé
a Delfín Prats un ejemplar de Lenguaje de mudos, un poemario
extraordinario, escondí la prueba cuando supe que no iban a distribuir el
libro. Pasó con otros amigos. Les entregaba el libro terminado o las simples
pruebas. Esos libros negados los hacían pulpa en la papelera. En los casos
de estos dos autores, amigos personales, salvé ejemplares ya impresos. Era
una vergüenza que pasaran esas cosas. Rey me lo agradeció mucho. Le
dolía que ese libro se lo sacaran de imprenta. O sea, cuando se animaba a
asomarse, le pasaba como al cangrejito en la playa, que le ponen una bota
en la salida de la cueva.
EG: ¿Ahora, para la personalidad y el hombre que era Reinaldo Arenas,
haberse ido de Cuba fue algo que no le quedó otro remedio que hacer?
RG: Edmundo, yo voy a decirte algo que nunca he contado y quizás tú en
Miami lo puedas comprobar. A Reinaldo lo fueron a sacar de su casa y lo
mandaron a la playa donde acantonaban a quienes decidían irse, o a quienes
echaban.
EG: El Mosquito.
RG: El Mosquito. La primera declaración de Rey, porque yo estoy anhelante
oyendo la radio que en aquella época estaba dirigida a Cuba directamente,
no me acuerdo, todavía no era Radio Martí, creo que era Radio Swam, y
escuché la breve entrevista, Reinaldo llega y dice: “Yo no vine, me
deportaron.” Escuché la voz de Rey diciendo eso. Me dolió y me alivió:
“Llegó vivo”, pensé. Fueron días terribles.
EG: ¿El no se quería ir?
RG: Él padecía su circunstancia de marginado con una rebeldía callada, pero
no sé si estaba listo para irse a Estados Unidos. Sus contactos personales
estaban en España y Francia. Allí si quería ir. La desgracia de ese viaje sin
regreso, por decreto, confundió muchas vidas. Ha sido un fatalismo. Mucha
gente no se quería ir. En los días del Mariel hubo gente que se escondió en
nuestras casas, que estaban en el otro extremo de la ciudad, porque decían:
“Me van a buscar a mi casa. Escóndeme aquí,” Yo les decía: “Aquí tienes
cama y comida, no te preocupes.” En otros casos, cuando decidieron irse
por el Mariel, tratábamos de ayudarlos, porque se mantenían en sus casa, a
la espera del permiso de salida. Fue una situación terrible. Así se fue Darío
Mora, con un amigo íntimo, desde Regla, por no dañarme saliendo desde la
casa y que yo enfrentara el repudio. Lo de los repudios era un vandalismo
autorizado. Se vivieron momentos muy tensos, Y la declaración de Rey en la
radio de Miami fue dolorosa, para él y para mí y para muchos que lo
conocíamos. Por supuesto que no estaba a favor de la revolución después
de los maltratos y todos sus avatares, pero eso lo radicalizó en contra. Se
lanzó a un viaje peligroso, salvó la vida en un piquito, y luego no le fue bien
con el exilio miamense, conservador y prejuiciado. Lo dice en sus memorias
y lo dejó escrito en varios textos publicados. Quizás esa entrevista se
mantenga registrada y lo pudieras comprobar.
EG: Yo conozco, no en esa emisora, pero por otras vías, que Reinaldo
Arenas lo había manifestado y que después entró en grandes conflictos con
la comunidad cubano-americana y con la propia sociedad norteamericana.
RG: Perfectamente comprensible. Rey era un hombre con una comprensión
del sexo y de la vida tipo Pasolini, o Genet, algo inaceptable en las
condiciones cubanas de entonces. Y todavía. Ahora aceptan la preferencia
sexual, toleran, pero no hay una comprensión realmente amplia y coherente
del asunto. En ese sentido, la tolerancia es ofensiva y también injusta,
porque coloca a los tolerados en una circunstancia de desventaja, los
convierte en no-personas.
EG: Su vida era como el neorrealismo italiano.
RG: Claro. Sobre todo en la comprensión de Pasolini.
EG: El Pasolini desgarrado de Las 120 jornadas de Sodoma, casi.
RG: El que se enfrenta a la sociedad italiana. A Miami en aquel momento no
le habían llegado las oleadas posteriores, donde llegó gente que desde el
primer momento empezaron a cambiar Miami. He oído allá, y visto y palpado
los efectos de esas oleadas diferenciadas de la primera emigración cubana.
Me he enfrentado…
EG: ¿Se siente bien Ud. en Miami?
RG: No. No. Me siento bien en Nueva York.
EG: En Miami se ha tenido que enfrentar ¿a qué?
RG: No, no creo que fuera enfrentamiento, me he informado. He llegado a
Miami, sobre todo la última vez, con muchas ganas de joder. Llamé a
algunos opositores de la revolución: “Oye, Fulano ven, ponme gusanería en
la vena, ¿cuándo matamos a Fidel?, dime, dime, ¿qué vamos a hacer para
acabar con esa dictadura férrea?” (Risas). La última vez que fui a Miami, en
el ´95, estaba en pleno auge el intento de diálogo con Cuba, los
acercamientos de los llamados “dialogueros”, la arremetida contra ellos. Yo
estaba en una casa al lado del mar, en Ocean Drive. Tenía un mes para ir a
descansar allí, y de allí a Nueva York, a dar unas conferencias y volvía. Era
más barato para mí y para mis anfitriones mantenerme allí, porque disponía
de un apartamento. Me compré un radiecito de pilas y casi todo el día
escuchaba las estaciones de Miami. Eran estaciones en constante pugilato,
vociferaban, daban “noticias” absurdas sobre una Cuba mitificada como el
emporio del mal o como un sitio preciado por la nostalgia. Aquella radio era
casi surrealista. De Cuba no conocían la actualidad, nada, conocían o
recordaban una idea, una ilusión falsa, adversa o mitificada, y la repetían
infinitamente. Yo le decía a alguien: “Ven a almorzar conmigo.” Y por la tarde
iba a comer con otro de opinión contraria. Era una situación rarísima, algo
que resultaba hasta apasionante por los extremos que me ofrecía esa
circunstancia. Y porque yo tenía las dos versiones: del Miami adversario de
Cuba y el Miami que quería conversar y acercarse a Cuba. Pienso que esos
dos Miamis se han ido radicalizando y complejizando. Habrá uno que baja en
densidad y otro que sube. El panorama actual lo voy leyendo, no tengo
informaciones más cercanas porque la vida me lleva a otros países, y
también porque Miami no está entre mis primordiales puntos de interés.
EG: Reynaldo, hábleme de su etapa de empresario, cuando Ud. tenía el
paladar aquél.
RG: Eso fue una maravilla.
EG: Cuénteme. ¿Ud. sabe cocinar?
RG: Mi amigo sabe cocinar. Mi amigo es cocinero.
EG: Ud. Era el anfitrión y alguien con quien conversar.
RG: Yo aparecía.
EG: ¿Es cierto que en los precios de los platos de ese paladar se incluía,
como una especie de tax por la presencia posible de Reynaldo González?
(Risas)
RG: Eso no es cierto. Escúchame, aquí venía mucha gente y se convirtió en
un paladar muy exitoso.
EG: ¿Era aquí?
RG: Aquí en la casa. Yo dirigía la Cinemateca de Cuba, por consiguiente toda
la gente que venía a eventos de cine, amigos míos, las muchachas, Maritza
Paredes con su esposo Chema Prado, director de la Filmoteca Española,
venía muchísima gente, o venían los periodistas pastoreados por mi amigo
Vázquez Montalbán, o venía Gabo. A Gabo le encantaba comer allí, donde
hay un cuadro muy importante de Raúl Martínez, Ciclón, a él le gustaba ese
cuadro y alguna vez me dijo: “¿Me lo vendes?” ¡No. Lo que puedo hacer es
que cada vez que vengas tendrás una la mesa cerca del cuadro.” Pero
cometí un error de promoción, di una entrevista al Canal Plus de Madrid,
caminando por aquí, con las mesas armadas, pero sin clientes. Entonces ya
la gente llegaba pidiendo la comida y al escritor, ese era un problemita con
los españoles.
EG: Dicen que después subieron los precios.
RG: Los precios eran altos desde el principio, porque eran en dólares, eso
estaba permitido si lo declarabas desde el inicio. Y pagando los impuestos
correspondientes. Nosotros cumplimos cuanta cosa impusieron. Al final ya
me empezaron a “obstinar”, a poner inspectores en la hora de mayor
servicio, a mortificar.
EG: ¿Lo cerraron o lo cerró Ud.?
RG: Lo cerramos nosotros, porque ya no era mi casa, era una calle. Era muy,
muy exitoso.
EG: ¿Ganó mucho dinero?
RG: Ganamos para que vivieran cinco familias. De aquí vivían cinco familias
en plena crisis económica.
EG: ¿Pero ganaron plata?
RG: Yo arreglé la casa. Teníamos un pescador que se iba de madrugada y
traía las mejores piezas de emperador, de pargo, me las “beneficiaba” en el
patio, como dicen ellos.
EG: ¿A veces extraña no tener el paladar?
RG: No, la verdad es que ya no.
EG: ¿Lo volvería a abrir?
RG: No.
EG: Entonces está muy bien de plata.
RG: No, pero creo que puedo vivir.
EG: La literatura le está dando una buena…
RG: La literatura, Edmundo, y tú lo sabes, no da para nada. (Risas)
EG: Hábleme Reynado de la revista que Ud. con tanto amor impulsa y dicen
que se pone hasta de mal humor cuando el papel se lo cambian, el soporte
papel.
RG: Mejoré de papel.
EG: Mencione la revista.
RG: La revista se llama La Siempre Viva, en homenaje a La Siempre Viva que
creó en el siglo XIX Antonio Bachiller y Morales, nuestro gran bibliógrafo.
Abel Prieto me dijo: “¿Te gustaría hacer una revista tuya?” “¿Qué
condiciones pones?”, le pregunté. “Ninguna, ninguna”, respondió.
“Entonces la voy a hacer, va a ser una revista literaria, que va a tener
muchas reseñas de libros, porque en Cuba hay mucha producción de libros
y no hay reseñas. Va a tener artículos sobre literatura y cuando entre algo
extra es porque hay un libro o un motivo literario. Y no va a tener consejo
asesor, de esos consejos que ni aconsejan ni asesoran. Vamos a hacerla un
editor que yo contrataré, yo también por contrato y un diseñador.” Ese es el
cuerpo de redacción y de todo. Y se hace en nuestras casas. Vamos a tener
una oficina adscrita a la Editorial José Martí, porque hay que atender los
asuntos de las suscripciones, los pagos y la correspondencia, que ya se
está volviendo un poco densa y me hace falta despejar el terreno para
concentrarme en la concepción y consecución del trabajo. Pero La
Siempreviva marcha sola.
EG: ¿Qué refleja la revista?
RG: La vida literaria cubana y la vida literaria de cualquier parte.
EG: ¿Qué carácter tiene? ¿Cada qué tiempo sale?
RG: Cada tres meses.
EG: ¿Y piensa acortar esa distancia o seguirá cada tres meses?
RG: Yo creo que no se debe acortar el tiempo. Ahora va a tener 96 páginas y
con eso termina de crecer. Ha ido creciendo en la medida en que me he dado
cuenta que puede hacerlo sin inflarse, sin falsearse, crecer. La revista tiene
siempre un dossier. Hasta ahora llevamos tres números nada más, uno que
está en imprenta. El primer dossier estuvo dedicado al pintor Raúl Martínez.
Iban a publicar sus memorias, Yo, Publio, y dimos algunos avances. El
segundo fue sobre el período de Virgilio Piñera en Buenos Aires, y dedicado
a Virgilio en general. El tercero, que está en imprenta, tiene un especial
dedicado a la literatura gallega, además hay muchísimos textos, diversos. No
me gustan los números monográficos porque desinteresan a quienes no les
interesa el tema central.
EG: Ustedes tienen una revista, pero de alguna manera ¿ustedes los
escritores piensan que los periodistas somos lo peor que ha existido en la
Tierra?
RG: Nooo, si yo he sido periodista y tengo el Premio Nacional de Periodismo
Cultural. Si yo he hecho más revistas que libros y tantas cosas más como
editor y como periodista.
EG: Le gusta este tipo de periodismo, que no es el periodismo profundo que
Ud. ha hecho, cultural. No, estos periodistas cazadores que somos, de
alguna manera.
RG: Me gustan muchísimo porque son provocadores.
EG: Le gusta que lo ataquen, como Ud. sabe que Ud. Puede hacerlo. Ud.
resiste la provocación.
RG: Tú me has puesto varias zancadillas en esta conversación y te las he
bateado todas. (Risas)
EG: Es verdad. Yo tengo que reconocerlo. Voy a seguir intentándolo, me
quedan unos minutos. (Risas) Ahora quiero hablar de qué está escribiendo,
qué novela.
RG: Voy a dar una noticia contigo. Este año se cumplen sesenta años de un
fenómeno cultural cubano: El derecho de nacer.
EG: De Félix B. Caignet. ¿Ud. va a reivindicar en Cuba a Félix B. Caignet?
RG: Yo tengo en las manos, para entregar ya a imprenta y que salga este
año, un libro sobre Félix B. Caignet y la sentimentalidad popular manejada
por los medios. Un libro documentado y eminentemente ilustrado. La gente
se va a quedar asombrada de dónde salieron esas imágenes, no lo sabrán
nunca. Me he zambullido en todos los archivos, en todas las publicaciones
cubanas de la época, en Colombia y Venezuela, en México, y va a llevar
además una cronología de la farándula desde el año 36 al 66 del siglo XX. Ya
para entonces Félix no significaba nada, estaba muy arrinconado. Murió
unos años después, pero hasta ese momento hay algo que tiene que ver con
Félix, que es la segunda versión cinematográfica de El derecho de nacer,
hecha en México.
EG: Déjeme hacerle una pregunta, ¿es cierto que el Instituto Cubano de
Radio y Televisión vendió los derechos de autor de El derecho de nacer y
por eso no se ha podido reponer o hacer nuevamente en Cuba?
RG: Vender es un eufemismo, los ha regalado prácticamente y eso es un
dolor.
EG: ¿Qué opinión le merece esa decisión sobre esa obra?
RG: Es un estilo ICRT, es una de sus posibilidades de hacer siempre las
cosas al revés.
EG: ¿Eso fue hace muchos años, no?
RG: Lo hicieron hace muchos años porque había en la cultura cubana un
elitismo, una idea de la cultura como alta cultura, una denostación y una
negación de los valores populares. El derecho de nacer les parecía lo peor.
Es sensiblera y kitsch, sí, pero fue además una novela antirracista,
enfrentada a los prejuicios y con un mensaje religioso, es una novela
católica, con invocaciones a vírgenes e iglesias y en consonancia con la
oposición al aborto. Pero se verá que es todo eso y algo más.
EG: Es la madre de la radionovela y la madre de la telenovela. No existe nada
si no hubiera existido El derecho de nacer.
RG: Catorce veces a la televisión, dos veces al cine como los grandes
clásicos.
EG: ¿Cuántos derechos se hubieran podido cobrar en Cuba por esa novela
si no se hubiesen dado?
RG: Ese fue un momento de extremismo en que se mezclaron lo político y lo
cultural, porque había una intención desastrosa. Por ejemplo, también veían
mal y no programaban la música popular, la música bailable, todo, desastres
totales. A mi me interesa muchísimo la música de verdad de mi país, desde
Leo Brouwer, a Olga Guillot y Ñico Saquito.
EG: ¿Y Willy Chirino?
RG: !Willy Chirino! Con ese tenemos un problema diverso, por sus
posiciones políticas. Pero, oye, su versión de “Drume negrita”, ¿la
conoces? Una joya. Dile que digo yo que moriré agradeciéndole la versión
de “Drume Negrita” que hizo para Celia Cruz. La primera vez que la escuché
me hizo llorar como un niño, porque ha repasado una cantidad de ritmos de
la música popular en esa voz. Es una pieza de antología, él hará mucha
música y la hace buena, pero esa es una joya.
EG: ¿Reynaldo, qué espera del próximo Congreso de la UNEAC, que
comienza ahora, en abril, qué espera que suceda, va a repercutir, va a tener
un efecto en ese Congreso la llamada guerra de los e-mails?
RG: Pienso que va a tener un recordatorio. Hay muchos problemas
posteriores y muchos problemas anteriores y la UNEAC está a prueba con
ese Congreso. La UNEAC tendrá que redefinir muchas cosas de su propia
trayectoria, tendrá que revisarse y que hacer un replanteo de muchas cosas.
Creo que eso es lo que le puede interesar más a la UNEAC como Congreso,
en el plano particular, además de inmiscuirse en muchos asuntos que
requieren revisión y cambios en la esfera social. En el plano general, será el
primer Congreso de una institución de este carácter después que Fidel
Castro ha cedido la dirección del país, que está en manos de Raúl, y la
primera vez que un hombre como Raúl Castro va a tener un diálogo público
de esas características, con los intelectuales. Ya ha dicho que va a estar en
algunas de las sesiones y eso es muy importante. Hay gente con muy
buenos criterios, con criterios controvertidos, etc, que van a salir a flote.
Será un diálogo, un diálogo real, porque cuando se dialoga desde un solo
lado ¡no!, y creo que hay un momento muy proclive para que este Congreso
sea trascendente.
EG: ¿Este libro que va a salir sobre Félix B. Caignet, para cuándo?
RG: En este año.
EG: ¿Aquí se va a publicar?
RG: Se va a publicar aquí y se publicará fuera. Una de las dos ediciones va a
ser más rica, con un CD que tendrá capítulos de la primera transmisión de El
derecho de nacer, muy bien conservados. Sobre eso ya no existen derechos
que lo impidan.
EG: ¿Cómo consiguió eso?
RG: No me preguntes porqué estoy triste, porque eso nunca te lo diré…
(Risas)
EG: ¿Reynaldo Ud. sabe guardar secretos?
RG: Te estoy contando uno. (Risas)
EG: ¿Reynaldo, qué es para Ud. Fidel Castro?
RG: Es una página extraordinaria de la historia de Cuba, un hombre que
cambió la historia de Cuba, que ha significado mucho. Por él Cuba ha tenido
una significación en América y en otras partes del mundo. Quiéranlo o no,
pasará a la historia como uno de los grandes.
EG: En Miami ha habido una especie de cuestionamiento, o sea, “palo
porque voga y palo porque no voga”, sobre el proyecto de Silvio Rodríguez
en las cárceles en Cuba, en el cual Ud. está involucrado, hábleme de eso.
RG: Eso es una vieja idea de Silvio. Me invitó y enseguida lo entendí como
un acto humanísimo y estoy yendo a las cárceles. Ya estuvimos en once
prisiones y vamos a ir a seis más. Es un proyecto que tiene la virtud del
humanismo y la compasión de visitar a quienes sufren, a quienes la pasan
mal, pagando culpas que se han ganado. No es que sean mansas palomas,
pero uno va y le acerca una idea distinta del mundo y de la sociedad.
Generalmente hay un trabajo que se está haciendo, que se está
intensificando para que las condenas sean además productivas, hay gente
que está estudiando incluso carreras en las cárceles, etc
EG: ¿Ha podido hablar allí con los que en Miami se llaman presos de
conciencia?
RG: No quisieron. Invitamos a todos. Me han dicho que cuatro de ellos
asistieron a nuestros conciertos. Algunos no se han querido poner el traje
de presos, han estado de paisanos, pero solamente cuatro, nosotros
extendimos la invitación y no la aceptaron.
EG: De ustedes salió y fueron ellos los que no aceptaron, excepto cuatro, o
sea, cuatro sí han ido.
RG: Cuatro sí han ido y los demás no han aceptado.
EG: ¿Este contacto con uno de los lugares más difíciles de estar que es una
prisión, para Ud. es un contacto que le ha servido humanamente?
RG: Al principio era triste porque hemos visto gente muy joven que se han
formado en un contexto violento, están allí purgando errores graves, gente
muy joven y se siente que sufren y yo sufrí con ellos.
EG: Podemos hacer un ping-pong para terminar. Yo le entrego nombres de
escritores y Ud…
RG: Ya eso me lo hiciste una vez.
EG: Yo sé que se lo hice una vez, pero no para el público del sur de la
Florida, yo le entrego nombres al azar de escritores…
RG: Eso se lo hice yo a Carlos Rafael Rodríguez.
EG: Yo lo sé y yo lo aprendí de ahí y ahora se lo estoy devolviendo.
RG: Ah… esta bien.
EG: Antón Arufat.
RG: Tuvimos unos encontronazos, ahora somos novios.
EG: Pablo Armando Fernández.
RG: Pablo es un ángel.
EG: César López.
RG: César es un hombre diferente, a veces controvertible.
EG: Dulce María Loynaz.
RG: Como poetisa me interesa menos, a pesar de los elogios. Me interesa un
libro suyo, de prosa narrativa: Un verano en Tenerife.
EG: Carilda Oliver Labra.
RG: Un encanto, un juguete.
EG: Gertrudis Gómez de Avellaneda.
RG: Significó mucho y me aburre más.
EG: José Lezama Lima.
RG: Muy grande, ¡muy grande!
EG: Virgilio Piñera
RG: Un hombre sufrido y un talento poco cultivado para lo que le exigían sus
ideas.
EG: Roberto Fernández Retamar.
RG: Un poeta al que le ha tocado jugar papeles gratos e ingratos en la
cultura cubana.
EG: José Ángel Bueza.
RG: Chico, yo lo leo mucho. No me parece tan deleznable como suelen verlo
otros. (Risas)
EG: Cintio Vitier.
RG: Es un pensador de la poesía.
EG: Pedro Juan Gutiérrez.
RG: Pedro Juan es un hombre sabrosísimo de tratar y de leer. Siempre
sorprenderá.
EG: Pablo Neruda.
RG: Un poeta que en mi juventud leí mucho y ahora leo menos.
EG: Guillermo Cabrera Infante.
RG: Un hombre que manejó la lengua popular cubana como nadie.
EG: Reynaldo González.
RG: Uno que espera.
EG: Muchísimas gracias.

Comments are closed.