Entrevista a Manolo Ray

Posted: 3rd August 2008 by ltsm in Entrevistas

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publicada en La Habana Cuba en la revista “Temas” en diciembre 2008

 

Edmundo García
Periodista. Programa «La noche se mueve», Miami.

 
Debo confesar que, cuando Rafael Hernández me propuso entrevistar a Manuel Ray
para la revista Temas, nunca antes había oído su nombre ni sabía de su papel en el
proceso cubano. Consultas, lecturas y conversaciones con otros protagonistas que sí
lo conocían, me dieron las primeras nociones sobre él.

 
Durante la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, el ingeniero Manuel Ray fue
uno de los dirigentes principales del Movimiento de Resistencia Cívica. A raíz del triunfo
revolucionario, integró el primer gabinete de gobierno, donde ocupó la cartera de Obras
Públicas. Opuesto desde muy temprano a las políticas de la Revolución, se separó de sus
filas y fundó, en 1960, la organización armada clandestina Movimiento Revolucionario del
Pueblo (MRP), para derrocar al gobierno y, supuestamente, recuperar el rumbo original
del proceso. En vísperas del ataque a Playa Girón, integró el llamado Consejo
Revolucionario Cubano, presidido por José Miró Cardona, que —como parte del plan de
Bahía de Cochinos— debería haber sido transportado desde una base militar en el sur de
la Florida a «territorio libre» para proclamarse como Gobierno Provisional, 72 horas
después del desembarco, y solicitar la intervención de los Estados Unidos. Después del
fracaso de Girón, el MRP realizó operaciones encubiertas —bombardeos,
ametrallamientos, incendios— incluso contra objetivos civiles en la Isla, desde bases en los
Estados Unidos y el Caribe, en el marco del Plan Mangosta, y en acciones
violentas posteriores a la administración Kennedy, hasta mediados de la década de los 60.
Establecido desde los primeros años en Puerto Rico, Ray se dedicó fundamentalmente a los
negocios; aunque no abandonaría del todo la actividad política, su protagonismo
declinaría de manera significativa.

 
Este hombre desconfiado se niega a conversar con desconocidos. La entrevista sería
posible solo gracias a las habilidades de concertación desplegadas por la editora Patricia
Gutiérrez Menoyo, hija del ex comandante Eloy —a quienes conozco desde hace años.
Cuando Patricia me avisó que podía viajar a San Juan para realizarla, me advirtió que el
ingeniero Ray ponía solo dos condiciones: la primera, enviarle las preguntas por
anticipado; la segunda, no apartarse del cuestionario. Cumpliendo la primera, le hice
llegar el cuestionario, que habíamos madurado previamente Rafael y yo.

 
Aquel fin de semana tuve dos experiencias, ambas contradictorias. La primera fue una
marcha de los independentistas boricuas que paralizó el viejo San Juan, y que gritaban
«Yankees, go home» a los turistas que los contemplábamos desde el Hotel Hilton. Me
pareció sentir algo no tan cierto en aquel reclamo; pero que había algo de verdad en él. La
segunda fue la conversación con Manolo Ray Rivero.

 
El encuentro tuvo lugar una tarde de sábado en su despacho personal y se extendió por
más de dos horas. Asentado en Puerto Rico desde hace casi medio siglo, hoy con ochenta y
cuatro años y la salud muy quebrantada, parece vivir navegando en sus recuerdos, sueños
y frustraciones, las mismas que para otros de su tiempo constituyeron espacios de
realización y esperanzas cumplidas.

 
Durante aquella conversación, solo pude satisfacer parcialmente su segunda condición,
pues tuve que volver repetidamente sobre ciertos puntos que se me hicieron elusivos en sus
respuestas. Luego de transcribirlas, he cumplido también con mi promesa de enviarle el
texto que se publicaría, sin censurarle una palabra.

 
En mi investigación previa no había encontrado entrevistas suyas anteriores que
pudiera utilizar como fuente. Muy probablemente, el lector tenga en sus manos la única
que él haya concedido nunca a ninguna publicación, donde se aborden ciertos temas claves
para entender la política del anticastrismo. Protagonizada por los Estados Unidos, con la
activa participación de otros actores no tan secundarios, esta política compleja se
extendería, desde 1959 y la crucial década de los 60, sobre los años posteriores, y haría
sentir algunas de sus repercusiones hasta el presente. Aun con sus vericuetos, omisiones y
contradicciones, este testimonio tributa al conocimiento de esa larga historia.

 
Edmundo García: Muchísimas gracias, Manolo Ray, por acceder a esta entrevista.
Manolo Ray Rivero: Es un deber para mí.

 
E.G.: Ray, ¿qué edad usted tiene?
M.R.R.: Ochenta y cuatro.
E.G.: A los ochenta y cuatro años, un hombre, de alguna manera, está más allá del bien y
del mal, y no le interesa nada más que su propia verdad. ¿Está Ud. en ese caso?¿No tiene
nada de qué preocuparse?
M.R.R.: Pues sí me preocupo. Estimo que tengo que hacer todo lo posible por poner un
granito de arena para el mundo mejor del mañana.
E.G.: Durante la lucha contra Batista, ¿estuvo usted entre los fundadores del Movimiento
de Resistencia Cívica?
M.R.R.: No. Ese movimiento fue fundado por la gente de conciencia en Santiago de Cuba,
después del levantamiento que dirigió Frank País, el 30 de noviembre de 1956, como
respaldo a la lucha armada en la Sierra. Yo me había unido a un movimiento incipiente en
La Habana para organizar ayuda a la revolución que empezaba, a petición de Raúl Chibás,
hermano de Eddy Chibás, el gran líder de la Ortodoxia. Cuando matan a Frank País, el 30
de julio de 1957, es cuando me hago cargo, primero, de la tesorería, y después, de la
dirección del Movimiento. Empezamos a organizarlo con una nueva estrategia para apoyar
a la revolución, recaudar fondos, buscar casas para los perseguidos y preparar unos
sabotajes muy novedosos. Teníamos varias estrategias.
E.G.: ¿Ese fue el papel de ese Movimiento en la lucha contra Batista?
M.R.R.: Estábamos apoyando la lucha del 26 de Julio; también la de la gente de Eloy
Gutiérrez Menoyo, en el Escambray. Por ejemplo, si una persona había hecho un atentado y
estaba escondida en una casa, uno de nosotros iba a sacarla, saliendo del brazo con ella
como si fuera algo normal. Ese tipo de ayuda se les daba a todos los grupos. También
hicimos sabotajes.
E.G.: ¿Entonces era un movimiento de apoyo a la lucha clandestina en el llano?
M.R.R.: Exactamente. ¿Qué era la lucha clandestina? Lo más importante en el llano era el
Movimiento de Resistencia Cívica. El 26 de Julio tenía una organización más o menos
similar; nos reuníamos todas las semanas con Faustino Pérez y David Salvador. Era un
pequeño grupo de acción que tenía el 26; la parte de la recaudación prácticamente nos la
pasaron a nosotros e hicimos toda una red de casas de seguridad para todo el mundo. Fue
una organización que empezó a demostrar a la gente que no se trataba de un grupo mal
organizado ni irresponsable. La gente no se sacrifica si no cree que va a ser útil; si sabe que
lo va a ser, da hasta la vida.
E.G.: ¿El Movimiento tenía algún objetivo socioeconómico, o pretendía sanear la
administración pública?
M.R.R.: Se trataba de sanear todo el sistema social, no solo el gobierno; acabar con la
miseria. Eso era a lo que aspiraba yo personalmente; otros tenían otras ideas, pero en
general todos querían que Cuba mejorara, porque había mucha pobreza y era necesario
acabarla. Yo tenía más o menos resuelto mi problema personal, no era rico, pero trabajaba.
Mi madre había sido maestra de una escuela pública rural, y mi padre era pequeño
comerciante; en dos cuartos tenía su negocio, vivíamos al fondo de la casa, no como
burguesía. Todo era sacrificio hasta que fuimos a la Universidad. Fidel Castro era hijo de
un terrateniente, se educó en la escuela más cara de La Habana, el Colegio de Belén. Así
que aquella no era una lucha de clases. Él mismo dijo muchas veces que no era comunista,
incluso en La Historia me absolverá lo repite. Eso fue lo que le permitió ganar, no el
Partido Comunista, que había hecho pactos con Batista varias veces e incluso había
calificado el ataque al Moncada como la acción de un grupo putchista. No encontré a un
solo comunista en la Resistencia, con la excepción de un ingeniero casado con la viuda de
un líder comunista, que nos ayudó circunstancialmente y me trasladó a Sancti Spíritus en el
último viaje que di a la Sierra Maestra. Pero el Partido Comunista decía que ese era un
movimiento antirrevolucionario.
E.G.: ¿Por qué y para qué el Movimiento de Resistencia Cívica se alía, o procura aliarse,
con el Movimiento 26 de Julio?
M.R.R.: Todo el mundo quería colaborar en la revolución. Ese Movimiento se organiza en
Santiago de Cuba, en medio de toda la represión que había allí, por algunas personas que no
pensaban en nada más que en ayudar a la revolución, y veían al Movimiento 26 de Julio
como una alternativa, un futuro para Cuba. No había comunismo por ninguna parte.
E.G.: ¿Qué significado tuvo realmente el Manifiesto de la Sierra Maestra, que se firma por
Felipe Pazos, Raúl Chibás y Fidel Castro en 1956?
M.R.R.: Nada más que ganar apoyo del pueblo. Figuras como Felipe Pazos y Raúl Chibás
eran muy prestigiosas. Yo no creo que Fidel, en ese momento, estaba decidido a hacerse
comunista, eso vino después, cuando vio que de verdad tenía el chance de tener el poder.
E.G.: ¿Por qué el Movimiento de Resistencia Cívica no se integra orgánicamente al
Movimiento 26 de Julio hasta el 1º de enero de 1959?
M.R.R.: Yo fui a la Sierra Maestra tres veces. La primera, no vi a Fidel, pero las dos
últimas veces, sí. Me reuní con él, la segunda vez, en septiembre de 1958, como cuatro días
seguidos. Discutimos muchas cosas esa vez, todas buenas. El que hablaba con él salía
embelesado; tenía ese don.
E.G.: ¿Usted también se enamoró de Fidel?
M.R.R.: No podía imaginar lo que pasaría después. Pero también pensé que le faltaba un
poquito de objetividad. Recuerdo que me comentó su idea de hacer una escuela allí en la
Sierra Maestra, de veinte mil niños. Yo le dije que había que pensar en los familiares de
esos niños, era algo que no iba a funcionar. Me dijo que seguramente esos niños iban a
estar mejor de lo que estaban entonces. También me comentó que hacía falta tener un gesto
en el momento del triunfo, que mostrara nuestra fuerza. Le dije que había que prepararse
con los medios de fuerza necesarios para enfrentar una insurrección pequeña, pero no para
apropiarse del poder.
Después de mi segunda entrevista con Fidel en la Sierra, yo me voy para La Habana, en
septiembre de 1958, encargado de Resistencia Cívica. En la práctica, la línea entre el 26 de
Julio y Resistencia Cívica no existía. Yo iba todas las semanas a sus reuniones, eso era lo
normal. El 26 de Julio era una organización que para muchas personas representaba grandes
peligros innecesarios, porque eran menos cuidadosos que la Resistencia. Pero, en general,
las relaciones eran muy buenas. Hubo incluso sindicatos que querían unirse a ella; por
ejemplo, el de vendedores de medicinas a los médicos; una parte de un sindicato de las
guaguas, no recuerdo ahora cuál; el de los bancarios…
E.G.: ¿Es decir, que realmente respaldaron a la Revolución antes del 1 de enero, no a
partir del triunfo?
M.R.R.: Sí, absolutamente.
E.G.: Usted fue ministro de Obras Públicas en el primer gabinete posterior al triunfo.
¿Cuál era su opinión acerca del peso específico que tenían los representantes de la
burguesía liberal, entre los miembros de ese primer gabinete?
M.R.R.: Eso de burguesía liberal es del siglo XIX, de Carlos Marx. Yo viví en una casa que
era de un chofer de guaguas, y tenía conmigo a profesionales, pero medio muertos de
hambre, con un sueldo pequeño. Esa no era la burguesía de Marx, sino algo completamente
diferente.
E.G.: Dejando de lado ese término, ¿hasta qué punto realmente este primer gabinete, del
cual usted formó parte como ministro de Obras Públicas, apoyaba en su totalidad el
programa del 26 de Julio?
M.R.R.: El programa del 26 de Julio, preparado en México, con la participación de Regino
Boti, lo apoyaba todo el mundo. Ese programa no tiene nada de comunista.
E.G.: ¿Hubo sectores —llámese burguesía o clases acomodadas— que se distanciaron del
Movimiento 26 de Julio?
M.R.R.: No recuerdo eso en los primeros meses. Sí hubo gente que nunca perteneció al 26
de Julio y que lo acusaba de muchas cosas.
E.G.: En estos distanciamientos, en esta falta de apoyo o cooperación de sectores de la
burguesía, ¿tiene algo que ver la política que desde ese momento aplican los Estados
Unidos, en el sentido de impedirla?
M.R.R.: En absoluto. Los Estados Unidos no se atrevían entonces a hacernos nada. Fue
Fidel, cuando los visitó, y fue recibido por todo el mundo, quien le prohíbe a Felipe Pazos y
a los que iban en la comitiva oficial que aceptaran ningún dinero, aunque se lo pusieran en
el bolsillo.
E.G.: ¿Fidel les dice que no acepten dinero del gobierno norteamericano?
M.R.R.: Parece que los norteamericanos daban señales de estar dispuestos a ayudar, en un
momento en que no se sabía cuál era la ruta que iban a coger ante la Revolución. Nos
habíamos reunido en el Consejo de Ministros, y se mencionó la posibilidad de que ellos
quisieran hacer un préstamo a la Revolución, uno de esos préstamos que daban. Fidel le
dijo a Felipe Pazos que en la visita a los Estados Unidos no se debería tratar nada
económico.
E.G.: ¿Nunca el gobierno de los Estados Unidos, en esa etapa, trató de crear una
oposición al gobierno revolucionario dentro de la burguesía?
M.R.R.: Eso ocurrió un poquito después, en diciembre de 1959, más o menos.
Obviamente, ellos tenían ya agentes trabajando en todas partes, que se quedaron actuando
por la libre; y que después, cuando Kennedy tomó el gobierno, no le hacían caso a nada de
lo que él decía.
E.G.: ¿Y en estas alianzas que no se lograron cristalizar, influye el factor del
anticomunismo?
M.R.R.: En aquel momento había una oligarquía que precisamente se queda casi sin poder.
Sin embargo, algunos de sus miembros nos habían apoyado antes del triunfo; por ejemplo,
el dueño de la tienda El Encanto nos dio una vez diez mil pesos para la Revolución.
Cuando viene el fracaso de la huelga de abril de 1958, estamos en una situación
desesperada; yo estaba en ese momento tratando de entrar en la Sierra, me dan la noticia,
regreso a La Habana y me encuentro que han cogido preso a todo el mundo menos a tres
personas de la dirección de Resistencia. No teníamos un centavo, yo fui a comprar a La
Rampa un mimeógrafo grande para sacar propaganda afuera, porque habíamos perdido la
huelga y en ese momento teníamos que dar señales de vida.
E.G.: Mi pregunta es: ¿al triunfo de la Revolución hubo un fantasma, impulsado desde los
Estados Unidos, de que había comunismo, y ese fantasma impidió que los cubanos ricos se
unieran a la Revolución?
M.R.R.: Sí, en realidad había un grupo de gente rica, que era mayor y no habían
participado en nada de la revolución, y eso les molestaba; es obvio. Esa gente más bien le
daba dinero a Batista y a otros grupos políticos.
E.G.: Usted dice que Fidel declara no ser comunista. Sin embargo, determinados sectores,
influidos o no por los Estados Unidos, comienzan a levantar el fantasma del comunismo y
a decir que había que luchar contra él, lo que impide a otros sectores unirse a la
revolución. ¿Existió esa división?
M.R.R.: No, esa clase de que te hablaba estaba muerta de miedo, en el sentido de que no
había participado en la Revolución.
E.G.: Digamos que el Gobierno Revolucionario ponía en práctica una medida, surgida del
Movimiento 26 de Julio, que no tenía nada que ver con el comunismo, y salían voces a
decir, «eso es comunismo». ¿Fue así?
M.R.R.: Sí, eso pasó, y todos pensaban que era comunismo. Pero el movimiento
anticomunista no le hizo nada a la revolución. El problema empezó por cosas
aparentemente arbitrarias, como un proyecto de Ley de Reforma Urbana medio loco. Hubo
propietarios que me pidieron que lo analizara; y cuando lo revisé, decían que yo tenía que
ver con él. Y lo único que había hecho era ponerlo más útil, porque el original establecía un
valor de dos pesos el metro cuadrado de todos los terrenos de La Habana. Esa Ley asustaba
a cualquiera. Revelaba un odio contra todo el que tenía algo, que no tenía sentido.
Ahora bien, las medidas revolucionarias dirigidas a mitigar la pobreza eran necesarias;
por ejemplo, hacer que unas compañías que no informaban sus ganancias reales, como
sucedió con las del petróleo, se vieran obligadas a hacerlo. Esas medidas no dividieron a la
Revolución.
Aunque hubo algunos propietarios que cogieron miedo, muchos que habían apoyado la
revolución estaban de lo más contentos aunque tuvieran que sacrificarse y perder algo; era
la ilusión del 1º de enero, que compartía todo el mundo. Recuerdo que se hizo un survey, y
teníamos 95% de la población a favor. No había necesidad de perder ese apoyo, como
ocurrió a medida que se fueron haciendo injusticias, botando personas, creando divisiones
en todas partes. Los comunistas estaban cogiendo los puestos; cuando había una persona
que no lo era, o que tenía su preocupación al respecto, enseguida lo acusaban de ser
controvertible, y se creaba una pequeña intriga interior, eso pasaba en los primeros tiempos.
Uno lo veía y pensaba un poco.
E.G.: ¿Cuál fue el papel de la jerarquía católica en este conflicto y cómo eran sus
relaciones con ella cuando Ud. se separa de la Revolución?
M.R.R.: Estábamos luchando todos sin prejuicios contra nadie. Nunca he sido anticatólico;
si bien los dogmas me preocupan un poco, nunca he tenido problemas con la Iglesia,
porque son buena gente. Las religiones hacen falta para que la humanidad y la gente en la
miseria se alivien un poco. Pero, desgraciadamente, yo también fui víctima de algunos de
esos conflictos.
E.G.: ¿Qué pasó entre usted y la jerarquía católica?
M.R.R.: La jerarquía, yo no sé. Pero un obispo que ayudó muchísimo fue Boza Masvidal,1
ese hombre hizo de todo.
E.G.: ¿Qué hizo el obispo Boza Masvidal?
M.R.R.: Escondió gente en su parroquia, ayudó de muchas formas.
E.G.: ¿Incluso a gente que estaba cometiendo actos de sabotaje, y que estaba matando a
civiles inocentes?
M.R.R.: Sí. Pero eso no significa que yo esté tirándole a la Iglesia católica, porque mi
propia esposa es católica.
E.G.: Está claro, Ray. Pero ahora usted está analizando aquella época: ¿Qué pasó entre
usted y la Iglesia?
M.R.R.: Para que lo entiendas, te tengo que hablar de la fundación del Movimiento
Revolucionario del Pueblo, el MRP. Puedo mostrarte el manifiesto que redactamos en
octubre de 1960, menos de dos años después del triunfo de la revolución, ya en la
clandestinidad. Ahí hacemos una denuncia de lo que era Cuba en aquel momento, y por qué
habíamos organizado una nueva resistencia, el MRP.
Cuando fundo este Movimiento, se escogieron siete personas como miembros de un
Directorio, para que este no se fuera a desviar de sus objetivos, y que no fueran inútiles los
sacrificios. La jerarquía católica se había integrado con el MRP; por ejemplo, un líder de
los católicos era Reynol González;2 otro era Fernández Nuevo;3 otro, Valentino, un
escritor católico muy bueno, y los tres formaron parte del grupo primero, dirigido a seguir
el rumbo, para que no hubiera sido inútil haber hecho una revolución. También estaban
Rufo López-Fresquet, Raúl Chibás, Felipe Pazos y yo.
E.G.: ¿Por qué fue víctima de la propia Iglesia católica?
M.R.R.: Para poder explicártelo, te tengo que contar lo que pasó después de Bahía de
Cochinos. Pensábamos que todos estábamos por lo mismo, y no era así. Dos o tres semanas
después del fracaso de Playa Girón, nos retiramos del Consejo Revolucionario Cubano.
Nos dimos cuenta de que estructuralmente había algo malo, porque todos habíamos sido
engañados. Una semana antes de la invasión, nos habían trasladado a una unidad militar en
la Florida, para reunirnos y discutir la estrategia que llevábamos nosotros, y que otros
compartían, de un plan común. Consistía en desarrollar todos los medios que teníamos
dentro de Cuba; primero, tener el país hirviendo dos o tres meses; luego, hacer diez
desembarcos con dos mil quinientos hombres, cada tres o cuatro días cada uno, que
demostrarían lo que estaba sucediendo. Ese plan podría haber derrocado a Castro. Pero en
su lugar, vino Playa Girón, que fue lo que lo consolidó. Cuando se produce ese fracaso, nos
retiramos del Consejo. Estábamos tratando de proteger a los que habíamos dejado allá, en
Cuba, con capacidad de hacer cosas.
E.G.: ¿Pero cómo se relaciona eso con la Iglesia?
M.R.R.: Después del fracaso de Playa Girón, la gente de la CIA va a Cuba a contactar a
Reynol González, un líder obrero católico que, como dije, formaba parte de la Dirección
del MRP en la Isla. La reunión se celebra en El Vedado, en los altos de un laboratorio de
nombre Horizonte.
E.G.: ¿Reynol se reúne ahí con la Agencia Central de Inteligencia?
M.R.R.: Esto que te cuento estaba en contra de la política de los Estados Unidos en ese
momento. Kennedy no estaba en esa línea, aunque tú no lo creas.
E.G.: ¿Y ya se había aprobado la operación Mangosta?
M.R.R.: ¿Mangosta? No me puedo acordar.
E.G.: ¿No conoce la operación Mangosta?
M.R.R.: No me acuerdo del nombre, hace muchos años.
E.G.: La operación que se lleva a cabo después del fracaso de Bahía de Cochinos, donde
la CIA comienza a buscar vínculos y acciones dentro de Cuba, incluyendo el asesinato de
Fidel.
M.R.R.: Lo que sí sé es que en ese momento mandan a una persona, Ignacio Mendoza,
para que diera el mensaje de que debían separarnos a los que estábamos afuera. Se
entrevista en ese lugar con Reynol y le dice que si ellos nos separan a todos los que estamos
en el exilio, que habíamos salido del Consejo Revolucionario Cubano, les iban a dar hasta
un acorazado.
E.G.: ¿Usted me está diciendo que la CIA le dice a Reynol González que a usted hay que
separarlo de la dirección del MRP, siendo usted su fundador?
M.R.R.: A mí y prácticamente a toda la Dirección, que estábamos afuera.
E.G.: ¿Y usted dice que esta es una orientación de la CIA?
M.R.R.: Le dicen que esta es una decisión de la CIA —y Reynol se lo cree. Cuando yo
hablo con él por teléfono, le digo que eso no es verdad, que nos estaban dividiendo; y que
anunciar que Felipe Pazos, Chibás y yo estábamos separados iba a tener un efecto negativo
para el MRP. Yo te puedo enseñar un periódico donde aparece todo lo que él anunció
después. En ese momento, cuando está sucediendo esa entrevista, pasa por allí el padre
Bastarrica, un cura que yo apreciaba mucho, y regresa diciendo que ahora sí es verdad que
el movimiento católico ha cogido el control de todos los otros movimientos.
E.G.: ¿El movimiento católico?
M.R.R.: El movimiento católico.
E.G.: ¿Y eso era cierto?
M.R.R.: Reynol y ellos decían que el movimiento estudiantil era dirigido por católicos:
Alberto Muller4 y Juan Manuel Salvat.5 Yo no tengo nada contra ellos, ni contra nadie,
pero realmente querían tener el control.
E.G.: Es decir, que la jerarquía católica estaba proyectando que toda la resistencia a la
revolución estuviera en manos de ellos.
M.R.R.: En manos de ellos.
E.G.: ¿Y por eso usted se siente manipulado?
M.R.R.: Ese consejo es el que le dan a Reynol, porque era la oportunidad de coger el
control, y el padre Bastarrica vino muy orgulloso de habernos separado a nosotros. Otro
cura muy influyente fue uno que estuvo en Guatemala, en los campamentos de la Brigada
2506, y había ido a Cuba a organizar la Sección Obrera Católica, Monseñor José Vicente
Salazar.6
Cuando yo salgo de Cuba, estábamos organizando y recaudando fondos, y me encuentro
aquí a este padre, quien me pide que me reúna con él. Le enseñé las bases de nuestro
Movimiento, incluida la parte donde dice que los fundamentos del MRP son libertad,
igualdad y solidaridad. Y este padre lo primero que me dice es que eso es comunismo.
E.G.: ¿Que el Manifiesto era comunista?
M.R.R.: Porque esta palabra, solidaridad, era la misma que usaban los comunistas allá en
Europa del Este.
E.G.: ¿Eso le dice el padre católico?
M.R.R.: Después, cuando él estuvo en los campamentos en Guatemala, les estuvo diciendo
a las tropas que cuando fueran a Cuba tenían que cuidarse, no solo de los comunistas que
estaban allá, sino de todos los que estábamos afuera.
E.G.: Eso quiere decir que si la invasión de Bahía de Cochinos hubiera triunfado, a usted
lo hubiesen fusilado los mismos invasores.
M.R.R.: Eso era si seguían los consejos del padre, el que mandaba más.
E.G.: ¿Pero usted cree que si hubiesen triunfado los invasores de Bahía de Cochinos, usted
estaría en peligro?
M.R.R.: No lo creo. Aunque estaba planeada una «Operación 40», que era limpieza del
territorio ocupado, y se proponía precisamente limpiar a todos los que hubiesen estado con
nosotros.
E.G.: Cuando se produce la fundación del MRP, usted seguía un grupo de ideas que ha
manifestado a lo largo de esta entrevista. Ahora bien, ¿con qué grado de independencia
actuaba el MRP respecto a los Estados Unidos?
M.R.R.: Absoluta. Nosotros teníamos nuestras claves. Les decía que si me podían ayudar,
me ayudaran; pero el hecho fue que nunca lo hicieron. Pensábamos que la presencia de
Kennedy era una esperanza para nosotros de que hubiera otra actitud.
E.G.: ¿Pero, finalmente, el MRP se alía al gobierno de los Estados Unidos?
M.R.R.: No. Pero nunca fuimos enemigos del gobierno de los Estados Unidos. Yo vine
aquí a Puerto Rico invitado por Muñoz Marín, que es parte de los Estados Unidos. Cuando
a Miró Cardona le pusieron la bomba, el FBI viene un día y me entrevista, en la oficina del
gobierno de Puerto Rico donde trabajaba. Uno de los oficiales había trabajado en Cuba con
la policía de Batista. Este señor me preguntó por el destino de Pedraza, que era un asesino
de la policía de Batista en Cuba, y yo le dije que lo mejor que hacía Pedraza era quedarse
en Centroamérica. Este oficial me pregunta cuáles eran las aportaciones que nos hacía el
gobierno de Venezuela; le contesté que no se las podía revelar. Me pidió la lista de los
militantes del MRP en el exilio, porque yo estaba aquí de huésped y tenía que dársela; le
respondí que tampoco se la iba a poder dar porque ese era un problema nuestro, y que si
tenía que irme, me iba. Como dos o tres semanas después de esa respuesta, me viene a ver
para preguntarme por la bomba que le habían puesto a Miró Cardona en Miami. Le contesté
que no sabía nada y que nosotros no habíamos hecho ningún acto afuera, pues donde había
que hacerlos era en Cuba. Siempre he pensado que todos esos atentados, como el del avión
en Barbados, fueron errores.
E.G.: ¿Usted condena los actos terroristas cometidos contra Cuba?
M.R.R.: ¿En el exterior? Sí. Lo del avión fue un disparate que nos sorprendió a todo el
mundo, una injusticia contra esa gente. El que es valiente para hacer actos como ese, debía
hacerlos en Cuba, si es que los quieren hacer. Pero además, como yo no creo en la pena de
muerte, tampoco pienso que hay que matar para resolver los problemas. Nosotros sí hemos
puesto bombas, pero siempre hemos tenido cuidado de que no mataran ni hirieran a nadie;
lo hicimos un montón de veces allá en Cuba. Era nada más para que diera la impresión de
que estábamos organizados, de que podíamos hacerlo, que éramos fuertes.
E.G.: Déjeme ir a un punto que se ha perdido un poco. ¿Cuál es su visión, en pocas
palabras, sobre el papel que tienen los Estados Unidos en la etapa inicial de la
Revolución?
M.R.R.: Fue un papel reaccionario, que expresaba mucho temor. Es el momento de
Eisenhower, cuando la CIA demostró, con la gente que escogió para Bahía de Cochinos,
que hacía lo que le daba la gana, no obedecía al gobierno ni a nadie. Ahí pusieron a un
señor que era amigo de William Pawley,7 en el primer Frente democrático, que era el jefe
en Miami, y se lo pidió al que tenía a cargo la invasión, Pawley, y entonces lo pusieron
como uno de los cinco miembros que va a gobernar a Cuba. Cuando yo le pregunto a Tony
Varona quién era ese hombre, que yo no conocía, me dice que se trataba de un colono
azucarero de Matanzas. Tony me dice que quien lo solicitó había sido Frank Bender,8 el
hombre que estaba al frente de aquello. Él le dijo que eso no debía o no podía ser, o algo
así. Yo pregunté entonces: «¿y por qué está ahí?». Tony Varona era mi amigo, una persona
buena, de carácter un poco difícil, aunque honesto; pero él estimaba que si algo no podía
ser, no insistía. Entonces me dijo que él se reunía con Bender una vez al mes y que se lo
había vuelto a insistir en la segunda reunión.
E.G.: Entonces los norteamericanos lo estaban imponiendo.
M.R.R.: Sí, pero eran los de la CIA, no el gobierno norteamericano.
E.G.: A mí me llama la atención, Ray, que usted separa la CIA del gobierno
norteamericano, cuando la CIA es el instrumento que el gobierno norteamericano utiliza.
M.R.R.: Está bien. Pero en aquel momento estaba controlada no por el gobierno de los
Estados Unidos, sino por el señor Bender y los que había dejado Eisenhower allí.
E.G.: Pero Ud. coincidirá conmigo en que es el brazo que utiliza el gobierno
norteamericano para operaciones internacionales.
M.R.R.: ¿Qué quieres que te diga? Yo creo que fueron los que mataron a Kennedy, entre tú
y yo.
E.G.: La CIA es el brazo armado del gobierno.
M.R.R.: Yo incluso he denunciado a la CIA por los periódicos, cuando dirigía el
Movimiento. Una vez mandaron a un emisario a Puerto Rico, a convencernos; nos
reunimos dos días con él, y le demostramos que él se había reunido con la gente de la CIA,
y nos reconoció que era verdad, pero que era por Cuba por la que iban a darlo todo, y
entonces yo le digo que si supiera que decía la verdad, hasta nos suicidábamos todos; pero
como era mentira que nos iban a dar nada, y lo que iban a hacer era dividirnos, podía ser
que destruyeran el Movimiento. Como no estaba de acuerdo con eso, renunciamos. Y
entonces yo publico media página en El Diario de las Américas diciendo lo que ha pasado
y que le pedía al presidente de los Estados Unidos que evitara que sus agentes dirigieran los
movimientos que teníamos los cubanos, porque lo que hacían era debilitarlos.
E.G.: Hay algunos documentos desclasificados de la administración Kennedy donde se
puede apreciar que figuras como el asesor de Seguridad Nacional, McGeorge Bundy y el
asesor presidencial, Arthur M. Schlesinger, tenían predilección por usted entre los
integrantes del liderazgo anticastrista. ¿A qué usted cree que se debe esa preferencia?
¿Por qué, a pesar del favor de estos dos importantes funcionarios norteamericanos, usted
no se convierte en la principal figura de la oposición al gobierno de Fidel Castro?
M.R.R.: Mi posición ideológica era similar a la que tenía Muñoz Marín aquí en Puerto
Rico. Él sacó a Puerto Rico de la condición colonial, la puso en un plano de respeto, de
poder progresar, de discutir. Y yo estoy de acuerdo con eso. Además, los hombres del
gobierno de Kennedy sabían que nosotros teníamos en Cuba una buena organización.
E.G.: ¿Y por qué, a pesar de esto, usted no se logra convertir en el líder de la oposición
allí?
M.R.R.: Por la ganga que estaba detrás de todo aquello.
E.G.: ¿Qué ganga, quiénes eran?
M.R.R.: Hunt.9
E.G.: ¿Howard Hunt?
M.R.R.: Howard Hunt es un comemierda, perdóname.
E.G.: ¿Howard Hunt impide que usted se convierta en el líder? Es decir, ¿que los intereses
de la CIA pasan por encima de los de la Casa Blanca?
M.R.R.: ¿Tú leíste el libro de Howard Hunt?10 Él estaba orgulloso porque, entre muchos
cubanos, él había escogido a Manuel Artime y a los demás para hacerse cargo de la
invasión de Bahía de Cochinos. Howard Hunt escribe ese libro después que sale de la
cárcel, porque quiere chantajear a Nixon con el problema de Watergate.
E.G.: Interesante eso de Howard Hunt. Entonces, ¿la disyuntiva era: Manuel Ray, favorito
del Departamento de Estado y de la Casa Blanca; y Manuel Artime, favorito de la CIA?
M.R.R.: Es posible, no lo sé. Yo nunca fui favorito de nadie que me lo hubiera dicho.
E.G.: Hábleme de otras relaciones que tuvo el MRP, por ejemplo, con líderes demócratas
de América Latina y el Caribe, y cuál era la posición. ¿Con qué líderes de América Latina
tuvo relación usted, después de Bahía de Cochinos?
M.R.R.: Con muchos, de Costa Rica, de Puerto Rico, de Venezuela. Desde Costa Rica,
mediante el contacto del presidente de ese país, fui a ver al presidente de Honduras.
E.G.: O sea, después de Bahía de Cochinos, ¿usted tuvo contactos con los presidentes de
Costa Rica y de Honduras?
M.R.R.: Y de Venezuela.
E.G.: ¿Cuál fue la reacción de esos líderes de América Latina con los que usted tuvo
contactos después de Bahía de Cochinos? ¿Cuál era la posición de ellos respecto a lo que
había ocurrido, al plan de Bahía de Cochinos?
M.R.R.: En realidad, todo había sido un fracaso.
E.G.: ¿Pero qué posición tenían?, ¿respaldaban ese plan o lo condenaban?
M.R.R.: Ellos no se querían meter en eso. Yo creo que todo el mundo pensaba que la
invasión iba a ser buena, la gente no sabía las interioridades del grupo, que la ganga que
estaba organizando el ejército estaba por su cuenta.
E.G.: ¿Cuando usted dice la ganga, se refiere a que Howard Hunt, David A. Philips y
todos los cubanos que estaban alrededor eran delincuentes?
M.R.R.: No delincuentes. Usé el término ganga, en el sentido de que estaban sueltos, que
hacían lo que era su interés, su pensamiento, sin sentirse ligados al gobierno electo de los
Estados Unidos. Playa Girón fue organizada por esa gente, y hacían lo que les daba la gana,
independientemente de lo que pensara el Departamento de Estado. Después que fracasa
Playa Girón, fuimos Tony Varona, Amado y yo, a Washington, invitados a decir qué
considerábamos que había fallado. Cuando nos entrevistaron, había cinco personas allí:
Robert Kennedy, el general Maxwell Taylor y otros. Yo planteé que Napoleón había dicho
que la guerra psicológica garantizaba 60% del triunfo; pero que ahora representaba 90%. Y
que si nos íbamos a poner a luchar contra lo que había en Cuba, no se podía hacer con
batistianos ni con nada de eso, porque lo que hacíamos era ayudar al enemigo.
Les dije también, hablando del problema de la unidad, que cuando se estaba planeando
Playa Girón, el segundo de Bender, uno que se hacía llamar Carl, nos estaba tratando de
forzar a que entráramos en la unidad; y que yo le había explicado nuestra estrategia para
Cuba, pero que si ellos iban a ir adelante con el plan de Playa Girón, pues que lo hicieran,
pero era muy difícil que una invasión ganara si la gente allí no tenía un poquito de
esperanza de que iban a ganar. Era necesario primero empezar con sabotajes, como se hizo
con Batista, y entonces sería posible que, cuando llegara la invasión, todo el mundo la
ayudara para que aquella situación se acabara. Le digo a Carl que aquella estrategia había
que cambiarla, antes de considerar nada de nuestra participación. Entonces él me pregunta:
«¿Ud. es militar?». «No», le respondo. Y me dice: «Pero esto está dirigido por los mejores
militares del mundo». Yo le repliqué: «Pues que tomen ellos la responsabilidad, porque yo
no veo cómo esa invasión por un solo punto puede ganar». En ese momento, no tenía idea
de por dónde iban a invadir.
E.G.: Al comienzo de la entrevista, usted me dijo que no reconocía la Operación
Mangosta. Sin embargo, en su implementación, a partir del fracaso de Bahía de Cochinos,
el MRP tenía un papel fundamental y estuvo de alguna manera incrustado en esa
operación, que consistía en acciones de sabotaje y asesinatos políticos —sobre todo el de
Fidel Castro—, que no tuvieron éxito. ¿Conoce algo de esto?
M.R.R.: No lo conozco.
E.G.: Cuando fracasa Bahía de Cochinos, Robert Kennedy organiza un grupo de acciones
que se conoció como Operación Mangosta, incluyendo intentos de asesinar a Fidel, varias
veces. ¿No conoce nada de la Operación Mangosta?
M.R.R.: No.
E.G.: Todo esto está desclasificado por la Agencia Central de Inteligencia, todos los
planes, día por día. Todo esto existió, está en Washington. Yo acabo de regresar de allá
esta semana.
M.R.R.: Lo que sí supe es que existía un grupo dentro de la invasión, llamado la Operación
40. Se trataba de un grupo que empieza en el territorio ocupado, y del cual estaba a cargo
un miembro de la inteligencia naval de Batista.
E.G.: Ahí es donde posiblemente lo iban a matar a usted. Pero le pido que nos
concentremos en este punto. Después que fracasa Bahía de Cochinos, el entonces
secretario de Justicia de los Estados Unidos, Robert Kennedy, ordena que determinadas
células de acción, entre ellas el MRP, cumplan un grupo de objetivos de acciones militares
dentro de Cuba, incluido asesinar a Fidel. Y el MRP está metido ahí, en la Operación
Mangosta.
M.R.R.: Yo no sé nada de eso.
E.G.: Muy bien, respeto su opinión. Dígame qué diferencia existía entre la línea política
que usted defendía y la de otros grupos armados como Alpha 66.
M.R.R.: Nuestro origen como organización estaba en Cuba. Estábamos afuera, en aquel
momento, como parte de esa capacidad que teníamos de hacer algo allá. Le pongo un
ejemplo. Fuimos nosotros los que sacamos a los oficiales de Hubert Matos de La Cabaña.
Después de que Hubert cayó preso, nos llevamos a dieciocho de sus oficiales —eran
diecinueve, pero uno se quiso ir por su cuenta, y luego lo cogieron. A aquellos los
escondimos durante dos semanas en La Habana. Los buscaba todo el mundo, y logramos
sacarlos.
E.G.: Pero dígame cuáles eran las diferencias entre el MRP y Alpha 66.
M.R.R.: Nosotros estábamos organizados dentro de Cuba, y Alpha 66 se había creado
afuera. No teníamos otras diferencias sustanciales, todos los dirigentes de Alpha eran muy
amigos míos.
E.G.: No había diferencias sustanciales.
M.R.R.: No. Éramos diferentes, pero no contrarios uno del otro. Nosotros no creíamos en
una organización que pudiera estar cohesionada sin saber por qué peleábamos.
E.G.: ¿Por qué usted se desvinculó de la política? ¿En qué momento?
M.R.R.: Bueno, yo nunca viví de la Revolución.
E.G.: Correcto. ¿Pero en qué momento usted dice: «Ya, no quiero saber más de nada»?
M.R.R.: Lo que no me gusta es dedicarme a algo que no tenga posibilidad de triunfar; no
por mí, sino porque no embarco a nadie en eso.
E.G.: ¿En qué año usted se da cuenta de eso, Ray?
M.R.R.: Eso es difícil. Hubo un momento en que fracasamos en entrar a Cuba, cuando la
CIA compró a un teniente de los nuestros, que tenía que organizar la cosa, e incluso dijo
que yo quería infiltrar la CIA. Después de eso, yo pasé unos meses muy mal, me sentía
como en un abismo. Pero después volvimos otra vez a ver la posibilidad de hacerlo,
compramos un barco, recaudamos fondos para unos fusiles, diseñamos una ametralladora
de mano silenciosa.
E.G.: ¿En qué año fue eso, Ray?
M.R.R.: Un poquito después de la muerte de Kennedy, en 1963.
E.G.: ¿Y eso era para matar a Fidel?
M.R.R.: No, para entrar en Cuba.
E.G.: Esa es la Operación Mangosta.
M.R.R.: No, señor. Después que nosotros hicimos eso, contactamos al novio de una
muchacha que había trabajado conmigo en la Resistencia Cívica en Cuba, y que trabajaba
con un fabricante de armas en California. Nos comunicamos con él para fabricar una
metralleta pequeña, que se le pudiera poner un silenciador, para poder usarla si entrábamos
clandestinos y tener mayor eficiencia en la lucha clandestina que pensábamos hacer en
Cuba. La encargamos, y mientras se estaba fabricando, compramos un barco en el cual él
fue, y recogió unas armas en Costa Rica. Él no debía traerlas para Puerto Rico; de manera
que cuando llegó a República Dominicana, tenía que haberlas dejado allá; pero se fue del
control del que estaba a cargo de la operación y resultó que trajo las armas y las enterró en
la isla que está frente a Ponce.
E.G.: ¿En qué momento usted dice: «yo no continúo en la actividad política»?
M.R.R.: En 1997.
E.G.: ¿Hasta 1997 estuvo tratando de hacer algo políticamente?
M.R.R.: Sí. En 1972 fundamos un movimiento en Costa Rica, nos fuimos allá.
E.G.: Ray, ¿qué piensa usted de la política?
M.R.R.: Nunca he vivido de la revolución, Cuando salimos de Cuba, yo no tenía un
centavo afuera; vivía de 250 pesos que unos compañeros ingenieros me recaudaban, cada
uno daba veinticinco pesos, y una cantidad igual que me daba el Movimiento.
E.G.: Ray, ¿qué piensa usted, en general, de la política norteamericana, pasada y actual,
hacia Cuba?
M.R.R.: Yo no la entiendo, y no sé lo que van a hacer ahora.
E.G.: ¿Tiene usted una opinión sobre la anterior política norteamericana hacia Cuba?
M.R.R.: Si Kennedy no hubiera cometido el error aquel de aprobar Playa Girón, hubiera
sido un gran presidente y hubiera podido tener soluciones en Cuba.
E.G.: Y actualmente, ¿qué piensa de la política que siguen hoy los Estados Unidos hacia
Cuba, con George W. Bush?
M.R.R.: George W. Bush, el pobre, es el presidente más inepto que han tenido los Estados
Unidos.
E.G.: ¿Y usted cree que su política hacia Cuba es inepta?
M.R.R.: Creo que Bush está equivocado; pero, al mismo tiempo, no creo que quitar el
embargo sea eficaz. El embargo se implanta cuando Fidel empieza a ser amamantado por la
Unión Soviética, y piensa que se puede independizar, de manera que expropia las refinerías
de petróleo norteamericanas sin compensación. De ahí surge el embargo de los Estados
Unidos. Pero Fidel se moría de la risa, porque tenía a Rusia dándole asistencia y
respaldándolo, y no le afectaba en nada el embargo.
E.G.: ¿Cuál es su evaluación actual de la política norteamericana hacia Cuba?
M.R.R.: Es inocua, no sirve para nada. Lo que sí creo es que quitar el embargo es una
medida política innecesaria. Por ejemplo, a Sudáfrica no se le levantó el embargo hasta que
se cayó el régimen.
E.G.: El embargo de Sudáfrica era conjunto e internacional, y este a Cuba es unilateral.
¿Usted aprecia esa diferencia?
M.R.R.: Si es conjunto o unilateral no tiene importancia. Pero, precisamente, si Fidel tiene
relaciones económicas con el resto del mundo puede vivir con lo que le manden y comprar
en todas partes.
E.G.: ¿Cómo ve usted el futuro de Cuba?
M.R.R.: Es la primera vez que hablo de todas estas cosas. Es verdad que yo he tenido
diferencias profundas con los Estados Unidos y con mucha otra gente, nunca he hecho nada
que no me dicte mi conciencia y lo que siempre he querido hacer. Creo que el progreso de
un país requiere productividad; si no hay productividad, está perdido. A mí me quisieron
convencer de que me quedara en Cuba, que en diez años se iban a hacer grandes cambios.
Y yo pensé: «perder diez años de desarrollo es perder la historia, así que eso no va a
ninguna parte». Efectivamente, así ha sido. Pero perder cincuenta años ya es estar en la
prehistoria.
E.G.: ¿Qué sintió el 31 de julio de 2006, cuando supo de la enfermedad de Fidel?
M.R.R.: Nada. Ese es un problema de Fidel.
Notas
1. Eduardo Boza Masvidal. Obispo Auxiliar de La Habana hasta el año 1961. Salió de Cuba
ese año, en el grupo de sacerdotes expulsados por sus actividades políticas.
2. Antonio Reynol González González (Sagua la Grande, 1932). Ex líder de la Juventud
Obrera Católica (JOC) y del Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), preso y
condenado a 30 años en 1961, liberado en 1978.
3. Antonio Fernández Nuevo. Militante de Acción Católica.
4. Alberto Muller Quintana. Con el apoyo de la CIA, fundó, en febrero de 1960, el Frente
Estudiantil Universitario Democrático, posteriormente identificado como Directorio
Revolucionario Estudiantil (DRE), una de las principales organizaciones
contrarrevolucionarias, dedicada a la subversión mediante propaganda, sabotajes y apoyo a
los grupos alzados contra la Revolución.
5. Juan Manuel Salvat. Fundador de la organización armada anticastrista Directorio
Revolucionario Estudiantil (DRE). Se mantuvo activo en este grupo paramilitar hasta 1965;
actualmente es dueño de una editorial en Miami.
6. Mons. José Vicente Salazar. Sacerdote costarricense. Fundó la Juventud Obrera Católica
de Costa Rica.
7. William Douglas Pawley (1896-1977). Empresario norteamericano, con intereses en
Cuba y otros países latinoamericanos; colaborador de las fuerzas de Chiang Kai Shek en
Formosa, y del régimen de Trujillo en República Dominicana; participó en la operación
para derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala (1954); fue asesor para asuntos
cubanos del presidente Einsenhower, durante la dictadura de Batista. Cabildeó dentro del
gobierno norteamericano a favor del apoyo a la contrarrevolución, en particular al
Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR), dirigido por Manuel Artime.
8. Frank Bender (1905- ). Pseudónimo del alemán Gerry Droler, oficial de la OSS,
antecesora de la CIA en Europa, durante la Segunda guerra mundial; colaborador de las
fuerzas contrarrevolucionarias de Chiang Kai Shek, en Formosa. Como oficial de la CIA,
estuvo a cargo de la atención política a los grupos del exilio cubano, en 1960; participó en
el diseño y ejecución de la invasión a Playa Girón.
9. Everett Howard Hunt (1918-2007). Ex jefe de la Estación CIA en México y de la
operación para derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz en 1954. Participante activo en los
planes de la CIA para derrocar la Revolución desde Playa Girón, estuvo encargado de la
atención política a los grupos contrarrevolucionarios. Fue una de las figuras centrales en el
escándalo Watergate (1972).
10. Se refiere a Give Us a Day, una autobiografía “semi-ficcional” de Howard Hunt,
publicada en 1973, un año después de ser condenado por robo, conspiración e
interceptación electrónica, en relación con el escándalo Watergate.

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