Edmundo García
El 13 de julio publiqué la primera parte de esta serie sobre las elecciones en Estados Unidos 2016 (/archives/2284), donde me enfoqué en las campañas de los políticos Republicanos y Demócratas de la Florida que se afilan los dientes por el asiento en el senado que dejaría Marco Rubio por su aspiración presidencial. En esta segunda parte quiero hablar del primer debate nacional entre los candidatos a la nominación Republicana, que tuvo lugar en Cleveland el pasado jueves 6 de agosto.
Como dijo el colega Eddie Levy en la edición de este martes 11 de nuestro programa La Tarde se Mueve (http://soundcloud.com/ltsm/081115-martes-1), la verdadera ganadora del debate Republicano fue la aspirante presidencial Demócrata Hilary Clinton, pues la discusión mostró la ausencia de proyecto de los invitados, que además se desgastaron en cuestionamientos personales.
El show y sus resultados fueron bastante pobres y se redujo a 9 candidatos que trataban de destacar sobre el personaje número 10, el mediático y retorcido Donald Trump, quien para alarma del partido al otro día seguía en el primer lugar de las encuestas, sin que a los desorientados electores Republicanos les importara lo que dijo; ni las meteduras de pata, sobre todo al entrar en careo con la periodista Megyn Kelly de Fox News, el canal de televisión de la derecha Republicana, y repetir las ofensas a la emigración y las mujeres que le hemos escuchado en otras ocasiones.
Algunos analistas consideran que Trump es un aspirante con pies de barro, ya que el éxito que ha tenido no se corresponde con las escasas recaudaciones conseguidas. Eso da la razón a los que dicen que no es más que una figura mediática, que a la larga se desplomará.
El experimentado político y agudo analista Demócrata Raúl Martínez, ex alcalde de Hialeah, dijo en una reciente entrevista al canal Mundo Fox que la dirección del Partido Republicano no debe por el momento mostrar preferencias por ninguno de los aspirantes, pero cuando en vísperas de la Convención Nacional se decida por alguno, que seguramente no será Trump, quedará terminado el teatro del conocido magnate.
Desde el mismo comienzo del debate Trump dejó claro que si seguía en primer lugar y el partido Republicano no lo apoyaba, él no iba a trabajar por ningún otro candidato. A partir de estas palabras la prensa norteamericana no ha dejado de mencionar la posibilidad de que Trump se lance como independiente en un “tercer partido” (third party), lo que sería muy beneficioso para los Demócratas. Con el mencionado paso Trump arrastraría tras sí a sus simpatizantes Republicanos, restando votos a ese partido y beneficiando a sus rivales partidistas. Se trata de una situación parecida a las elecciones en que Bill Clinton se benefició de la captura de votos hecha por Ross Perot al lanzarse como independiente con aquel partido Reforma.
El debate desencantó a los seguidores de Jeb Bush, el preferido de la derecha cubanoamericana, que se derrumbó del segundo lugar (después de Trump) que había conservado hasta entonces. Personalmente había anticipado que Jeb Bush podría convertirse en puntero de la lista Republicana si arremetía frontalmente contra Trump en el debate, pero no lo hizo.
Contra lo que algunos esperaban el debate benefició un poco al senador Marco Rubio; a pesar de que cometió pifias enormes, como la de negar que haya considerado excepciones en su posición antiaborto; como en los casos de embarazos por violación e incesto, entre otras situaciones específicas. Tal fue su error que al siguiente día Rubio andaba recorriendo programas de alcance nacional como Meet the Press para negar lo que había dicho, asegurando que sí consideraba excepciones en su posición antiaborto.
Más allá de este problema, lo que muestra la rápida rectificación de Rubio es su gran temor a que se le tome como un conservador moderado, en un momento en que el Partido Republicano solo parece tener lugar para la extrema derecha vinculada al Tea Party. A propósito de esto Eddie Levy alertó en el citado programa del martes 11 de La Tarde se Mueve, del error que significaría que esa inclinación a un extremismo irreflexivo también tuviera lugar dentro del partido Demócrata, pues en algunos mítines de fin de semana del aspirante Bernie Sanders se vieron extremistas tratando de impedir que expusiera su programa.
No puedo dejar de mencionar que los tres participantes en el debate de los que pudiera haberse esperado críticas a la política del presidente Barack Obama hacia Cuba, me refiero a los senadores Ted Cruz y Marco Rubio, y al ex gobernador de Florida Jeb Bush, ninguno se atrevió a abrir la boca. A lo mejor es una muestra de un poco (no mucha) de cordura, ya que las encuestas dicen que la mayoría de los norteamericanos, y la mayoría de los cubanos residentes en los Estados Unidos, apoya el proceso de normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba.