Por Edmundo García
Carlos Saladrigas pronunció unas palabras en La Habana que han sido ampliamente comentadas fuera de Cuba. Tengo algunas opiniones sobre ellas que quiero compartir y, al hacerlo, voy a referir ocasionalmente una entrevista que sostuvimos en enero del 2009, que puede leerse íntegramente en la página de “La noche se mueve” (www.lanochesemueve.us). Las ideas allí recogidas pueden ayudar a entender lo expuesto recientemente por Saladrigas en la conferencia “Cuba y su Diáspora: Actitudes y políticas que debe adoptar la diáspora para reintegrarse en Cuba”, ofrecida en el Centro Cultural Félix Varela el viernes 30 de marzo de 2012, unas horas después del regreso del Papa Benedicto XVI a Roma desde Cuba.
Durante nuestra conversación, a un día de la toma de posesión del Presidente Barack Obama, le pregunté a Saladrigas por los orígenes de su interés en la política y hablamos de su tío, Carlos Eduardo Ramón Saladrigas y Zayas, que tuvo varios cargos en la era republicana, entre ellos el de Primer Ministro de Batista (1940-42) y candidato a las elecciones de 1944; que finalmente ganó Ramón Grau San Martín. Llama la atención que mientras hablábamos sobre estos temas históricos, Saladrigas reconoció que él no tiene vocación política y optó por definirse fundamentalmente como empresario. Y esto es importante para el debate actual, porque precisamente lo que veo detrás de ciertas inconsecuencias de palabra y de hechos en las proyecciones de Saladrigas obedece a su falta de ubicación, olfato y sentido de lo político.
Saladrigas dice entonces algo que ha repetido por estos días: que “la confrontación y el embargo han sido extremadamente útiles para el gobierno cubano” y que “ha ayudado al régimen cubano a obtener una legitimidad, que no ha podido obtener por otras formas”. Lo volvió a exponer en La Habana, en entrevista con el periodista Fernando Ravsberg para BBC Mundo, lo que demuestra que Saladrigas sigue desconectado de algunas realidades. La primera, que la revolución cubana (no el “régimen cubano”, como él le llama) tiene una legitimidad histórica desde su origen, que sale del hecho demostrado y vivido de que aquella república que algunos tratan de pintar como un paraíso interrumpido, era en verdad una sociedad quebrada por diferencias abismales entre ricos y pobres, entre negros y blancos, entre campo y ciudad, etc., y además con un tutelaje neocolonial que marcó antropológicamente la mentalidad histórica de los políticos de entonces. A quien quiera documentarse al respecto le recomiendo un libro de mucha actualidad: “La Historia me absolverá”, que contiene el proyecto social de la revolución cubana.
El proceso cubano tiene legitimidad popular, expresada individual, colectiva y masivamente; aunque Saladrigas opine que las muestras de adhesión revolucionaria son “una táctica… que usa Castro”, como ha repetido más de una vez. Y la revolución tiene también una legitimidad internacional mostrada en las votaciones contra el bloqueo en la ONU, en la representatividad y el respeto de Cuba en el sistema de relaciones entre países; donde la solidaridad de la isla con los más necesitados no ha faltado, a pesar de los pocos recursos.
Yo no puedo creer que una persona tan hábil como Saladrigas, que ha pasado por Harvard y otras instituciones educativas, crea eso de que el bloqueo a Cuba es una jugarreta del gobierno cubano para justificar políticas. Las agresiones contra Cuba unen más al pueblo cubano y agrandan las razones de sus dirigentes; pero ellas tienen un costo real para los cubanos. Las autoridades cubanas han ido desglosando el costo que la política de bloqueo ha tenido sobre Cuba; no en abstracto, no en símbolos, sino en productos y equipos médicos sin adquirir, en pagos sin recibir, en eventos sin participar, en transacciones comerciales frustradas, en confiscaciones monetarias del patrimonio cubano, etc. El efecto de esa política se suma en miles de millones de dólares de pérdidas para la economía y la sociedad, lo que es un cruel, inmoral e ilegal castigo sobre el pueblo cubano. Y en este artículo no quiero entrar en el alto costo que ha significado para Cuba la necesidad de contrarrestar la política de guerra sucia y terrorismo, que han apoyado varias administraciones norteamericanas.
Saladrigas dijo que Cuba debía tener una solución “elegante” y que debía comportarse de manera “seria” ante Obama. Todavía a estas alturas no queda muy claro qué solución y qué tipo de “elegancia” desea el empresario para Cuba. Me pregunto si Saladrigas estará dispuesto a preguntarle al Pte. Obama si ahora él está listo para comportarse elegantemente con Cuba.
Como sea, persisten las contradicciones en el discurso de Saladrigas. Porque si de lo que estamos hablando es de reformas en y para Cuba, de “actualización del Socialismo”, ¿cómo quiere participar Saladrigas en ese proceso si considera que en Cuba “el sistema está fracasado”? Después de esto puedo pensar que Saladrigas no entiende el proceso de reformas en Cuba; o lo entiende, pero no lo comparte, en cuyo caso, no sabría de qué diálogo y de qué acercamiento está hablando. Me gustaría agregar que en medio de las críticas posibles a cualquier realidad, de críticas que hacen incluso las autoridades cubanas en búsqueda de la superación de errores, es necesario reconocer que en los marcos de ese mismo proceso criticado se lograron resultados indiscutibles, reconocidos a nivel internacional; y que bajo la administración de esa misma burocracia que hoy también se critica, Cuba obtuvo logros en educación, erradicó enfermedades e instauró un sistema de justicia social que nadie niega en el mundo. Y muy importante: el condumio a ningún cubano le ha faltado, porque las estadísticas demuestran que en Cuba no hay problemas de desnutrición ni niños famélicos en las calles.
Saladrigas dijo en La Habana que había “histéricos” dentro y fuera de Cuba que estaban obstruyendo el futuro de la isla. Lo primero que me gustaría es que Saladrigas citara por lo claro, con nombres y apellidos, quiénes son los “histéricos” en ambas partes. Para que las palabras de Saladrigas tengan crédito, para que oyentes y lectores le respeten, Saladrigas debería decir: “Miren, yo creo que en La Habana fulano y mengano están inmovilizando el avance de Cuba; y en Miami, este y aquel otro están frenando el desarrollo de la nación cubana”; y así se entendería mejor. Saladrigas, como orador, usa términos pintorescos como “histéricos” e “históricos”, pero a mí no me parece que sean clasificaciones serias que ayuden a sacar adelante una política, y ni siquiera un sólido sistema de ideas. Saladrigas debió tener valor político para identificar, en La Habana y en Miami, las personas y grupos que padecen de lo que él considera histeria social.
No me queda claro tampoco si son histéricos u otra cosa peor algunos de los disidentes y opositores que conoce Saladrigas en Cuba, y que llevan bastante tiempo en sus propósitos. Es curioso que entre todos ellos Saladrigas elija para distinguir al señor Dagoberto Valdés, quien ha sido identificado por los órganos de la Seguridad del Estado del Ministerio del Interior con información gráfica, como colaborador de intereses extranjeros para promover un cambio de gobierno en Cuba. No sé cómo puede Saladrigas en medio de una visita que se supone de buena voluntad, celebrar a todo bombo, como amado y respetado profundamente, a un personaje que es considerado por las autoridades cubanas un desleal opositor aliado a servicios de inteligencia norteamericanos y de otros países; y menos me es coherente esta devoción de Saladrigas por alguien que se pliega a planes extranjeros, con su afirmación de que no está de acuerdo con presiones sobre Cuba desde el exterior. Le pregunto a Saladrigas: ¿Qué más presión desde el exterior puede haber que un proyecto para derrocar al gobierno cubano? No lo entiendo; aunque puede que toda esta incoherencia demuestre eso que decía Saladrigas de sí mismo: no tiene vocación política.
A lo mejor mi estilo periodístico es muy incisivo, pero me gusta decir las cosas por lo claro; y lo claro es que a mí me provocan muchas dudas las posiciones ambivalentes de Saladrigas. Yo lo veo decir una cosa aquí y otra allá; lo veo participar en una reunión y decir una cosa dentro y luego otra distinta a la prensa afuera; o participar en eventos donde se proyectan posiciones contra Cuba, después de haber viajado a la isla y afirmar que quiere contribuir al éxito de las reformas. Por ejemplo, en el mismo Centro Cultural Félix Varela, Saladrigas ha dado conferencias antes de esta última sobre su experiencia como empresario, porque supone que puede ser útil a personas que participan en las reformas económicas que viene implementando el gobierno cubano; pero pasan unas semanas o unos pocos meses y Saladrigas aparece en un evento de la Heritage Foundation junto a personajes como Roger Noriega, el Senador Marco Rubio, Carlos García el director de la mal llamada Radio y Televisión Martí y el cabildero anticubano Mauricio Claver Carone, para ver cómo se puede usar la Internet para provocar un descongelamiento que conduzca a un cambio de régimen en Cuba. Tengo que reconocer que Saladrigas fue el más moderado del grupo, y que incluso dijo cosas que en ese contexto tan derechista pueden ser hasta positivas, pero eso no niega la incongruencia en sus proyecciones.
Personalmente le comuniqué a Saladrigas, cuando recién llegaba de su primer viaje a Cuba, que yo había hablado con el ejecutivo del “Cuba Study Group” Tomás Bilbao, quien había participado por teleconferencia desde Washington en el desprestigiado y anticubano programa “A mano limpia” de Oscar Haza, compartiendo burlas sobre la salud del líder de la Revolución Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, cuando este convalecía de su enfermedad. Le dije a Saladrigas que terminando el citado programa yo había hablado con Bilbao para decirle que me parecía mentira que se prestara a esas ofensas, precisamente en el momento en que el “Cuba Study Group” intentaba un acercamiento a Cuba. Le añadí a Saladrigas que un comportamiento tan fuera de lugar era inexplicable, y él aseguró que investigaría lo sucedido. Pero hasta el momento no ha habido reacción: Bilbao sigue donde estaba y Saladrigas ni siquiera ha contestado al respecto.
A esta torpeza siguió otra. El propio Saladrigas compareció en el programa del flotillero Ramón Saúl Sánchez Rizo en “La Poderosa 6.70” de Miami a las 6 de la tarde; un hombre conocido por su historial de violencia anticubana, donde el empresario sugirió que una caída suave del socialismo, a través del acercamiento, ladrillo a ladrillo como en Europa del Este, podría suceder en otro lugar (¿Cuba?). Me parece más que una torpeza una estupidez política: ¿cómo puede Saladrigas, cómo puede cualquier político, comparecer en un programa de radio o televisión sugiriendo al aire que se ha propuesto cambiar al mismo gobierno a quien le ha ofrecido conversar? Quiero insistir en que desde el momento en que le hice esas observaciones desde el programa “La Tarde se Mueve”, Saladrigas no me ha respondido correos ni se ha decidido a regresar a mi estudio; al que por supuesto está invitado.
No quería concluir sin retomar una pregunta que le hice una vez a Saladrigas: “¿por qué las fuerzas políticas, que se llaman moderadas en Miami, en las cuales usted se incluye, por qué no han creado un PAC, un comité de acción que influya, que haga lobby en el Congreso, para llevar adelante las ideas políticas que ustedes respaldan? ¿Por qué la ultraderecha sí hace un trabajo de lobby tan fuerte y tan sostenido, y las llamadas fuerzas moderadas no?”. Para hacer más específico el argumento: ¿Por qué no han hecho Saladrigas y el “Cuba Study Group” una acción concreta para quitar el bloqueo y sacar a Cuba de la ofensiva lista de países que promueven el terrorismo confeccionada por el Departamento de Estado; criticada por altas personalidades civiles y militares de este país, incluyendo a generales del Pentágono? Pero todavía más: ¿por qué Saladrigas no ha hablado claro desde La Habana u otro lugar, para que saquen a Cuba de esa lista? Creo que Saladrigas debe empezar a emprender acciones sólidas; porque no es hablando en foros académicos en la Brookings Institution u otro lugar que puede ayudar a Cuba, sino poniendo los recursos para lobbies congresionales, que es la forma en que se hace política en los Estados Unidos.
Finalmente hay otro lado práctico del que parecen cojear los proyectos cubanos de Carlos Saladrigas; y este es muy importante porque también toca a su condición como empresario. Quizá se explique por su falta de conocimiento de lo que significa realmente dirigir un país; por un fallo al momento de sopesar las diferencias entre un proyecto personal y un proyecto nacional; lo cierto es que con la sabiduría de siempre, antes de toda esta polémica por las palabras en el Centro Cultural Félix Varela de La Habana, el Comandante en Jefe Fidel Castro había descrito con exacto ojo clínico la llamada contribución de Carlos Saladrigas a las reformas en Cuba. Esto fue lo que dijo Fidel en la Reflexión titulada “¿Quién quiere entrar en el basurero?” (22 de febrero de 2008): “Carlos Saladrigas me suena en el oído como nombre y apellido que escuché muchas veces cuando, como colegial de 18 años, concluía mis estudios en el quinto y último curso de Bachillerato.
Era el candidato escogido por Batista al terminar el último año de su mandato constitucional. Antes había sido su Primer Ministro. Estaba finalizando la segunda guerra mundial. ¡Qué barato nos quiere comprar el nuevo Carlos Saladrigas! Con el dinero de Miami, ‘el mayor fondo de ayuda que ninguna transición ha conocido en la historia’, algo que Estados Unidos no ha podido lograr con todo el dinero del mundo. La realidad es otra y esta no se oculta a los que observan con realismo los acontecimientos que tienen lugar en Cuba.”